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Actualizado: 28 de junio de 2025
Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba con toda puntualidad; y así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba; y, recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba, y, embrazando su adarga, asió de su lanza y con gentil continente se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.
CELIND. No es miedo, Bajamed, que ha sido fuerza Ir a Alora los dos, porque era preso De su alcaide Narváez, y al tercer día Juró volver si libertad le diese; Y ella, como mujer, con él ha ido, Ansí por no esperar tu justo enojo Como por no dejar a su marido. ZORAID. Ensíllame un caballo, ponle a punto; Dame una lanza y una adarga fuerte; Podrá ser que le alcance en el camino.
Ponle una mochila azul Y un freno de campanillas, La más fuerte de mis sillas Y una adarga de Gazul; Una lanza de dos hierros, Que los estremos se igualen, Por si al camino me salen ¿Esos eran los consejos De caballero y de noble? ¡Buenas tretas son, Alcaide! Quien no te entiende, te compre.
Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual, lo mejor que podía, se reparaba con su adarga, y no se osaba apartar de la pila por no desamparar las armas.
Palabra del Dia
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