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Leidas, les declaró brevemente como el rey movido de sus ruegos habia admitido el juramento de fidelidad, que sus embajadores le hicieron; y aunque para sus reinos no podia ser útil el encargarse de su defensa, habia querido mostrar el amor que les tenia, porponiendo su conveniencia á la de ellos, y así le habia mandado que con su persona viniese á gobernarles en su nombre y les ofreciese que siempre acudiria con mayores socorros.

Así, quien sepa sujetarles por esta su gran debilidad, podrá gobernarles á su capricho y sin esfuerzo.

Quedó Rocafort con ellos, y poco seguro de la determinacion que tanta gente junta pudiera tomar, y temiéndose de algunos caballeros, que aunque eran sus amigos, deseaban que el infante quedase á gobernarles, les dijo: que el caso de que se trataba no podia dicurrirse bien entre tantos, porque la multitud siempre trae consigo confusion, la cual no da lugar á considerarse por menudo las dificultades que suelen ofrecerse en materia de tanto peso; que se escogiesen cincuenta personas las de mayor crédito y confianza, para que estas fuesen platicando, y discurriendo el negocio con las conveniencias y contrarios que en el habia; y tomada la resolucion que les pareciese, la refiriesen á los demás, para que juntos libremente la condenasen, ó aprobasen, con que se escusarian los inconvenientes de haberlo de comunicar con tantos.

Rocafort siempre publicó que el infante, por tener alguna disculpa con el rey, no admitiria luego el ofrecimiento que le hacian, y con esto engaño la mayor parte del ejército, porque si hubiera quien les persuadiera, y desengañara que el infante por ningun caso se quedara á gobernarles como á príncipe, sin duda que le admitieran por el rey.

Enviaronse luego correos á los tres capitanes principales, Entenza, Rocafort, y Fernan Jiménez, haciendoles saber la venida del infante, y juntamente les remitieron las cartas del rey que vinieron para ellos, dándole razon de cómo venia á gobernarles en su nombre.