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Actualizado: 12 de junio de 2025
Pero en ese instante se desató de nuevo el maullar horrible y Paulino sólo pudo exclamar, con acento de terror: Niño, ¡es el amo viejo! ¡Vamos, vámonos de aquí! Y abandonamos aquel pavoroso recinto.
Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba. ¡Dorotea! alcanzó a lanzar en un estertor. ¡Dame caña! Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno. ¡Te pedí caña, no agua! rugió de nuevo. ¡Dame caña! ¡Pero es caña, Paulino! protestó la mujer espantada.
Arreció el horrible desconcierto; oí algo se desplomaba, y al volver la mirada, ví que Paulino, hincado de rodillas en medio de la estancia, con los brazos en cruz, y el mayor terror dibujado en su rostro, exclamaba con pavor: ¡Virgen Santísima! ¡El amo viejo, el amo viejo! Hay sucesos en la vida, que cuando se recuerdan pasados los años y con espíritu sereno sólo presentan un aspecto risible.
Palabra del Dia
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