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Actualizado: 25 de junio de 2025


Poco después, los editores del Diario de los literatos de España se trazaron el plan de inculcar entre sus compatricios la crítica árida, y mortal para el ingenio, de Boileau.

Estos rastreros escritores se han complacido en pintarnos á los ojos del vulgo de sus compatricios como una nación de fanáticos y de malvados. Casi les hacen creer que tenemos Inquisición todavía y que hemos asesinado jurídicamente, cuando la tuvimos, centenares y centenares de hombres.

Pero la variedad, que reinaba en las tablas, subió mucho más de punto: ya en 1770 había escrito D. Gaspar Melchor de Jovellanos, hombre por lo demás muy ilustrado, y digno de la mayor estimación de sus compatricios, un drama cuyos personajes pertenecían á la clase media, lleno de desdichas domésticas y con tendencia didáctica, que se titulaba El delincuente honrado; de esta composición se puede decir lo que declaraba un español al criticarla: que abundaba en sanas ideas de moral y de legislación, y que atacaba preocupaciones lamentables, pero evidentemente sin tener nada de común con la poesía.

A él, que ejercía tantos oficios, le habrían echado de menos en muchos puntos. Se le figuraba que, como no había pedido licencia a nadie, y como su inusitada desaparición carecía de causa confesada por él, todos sus compatricios se esforzarían por hallar esta causa y acabarían por suponerla un acto de desesperación o de despecho.

Los jesuítas aparecían en las profundidades de las minas del Perú, en los mercados de esclavos de Africa, en las costas de las islas de las Especias y en los observatorios de la China; y hacían prosélitos y conversiones en países adonde ni la avaricia ni la curiosidad habían tentado aún á sus compatricios para que penetrasen; y predicaban y disputaban en idiomas de los que ningún otro natural de nuestro Occidente entendía palabra

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