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Actualizado: 20 de junio de 2025


Ya de tu hermosa Luz clara y rica El bello resplandor miras seguro En la que alma tuya beatifica: Y arrimada tu yedra al fuerte muro De la inmortalidad, no estimas quanto Mora en las sombras deste mundo escuro.

Hijos deste cuello eran dos puños chatos, que comenzando de las muñecas, subian y trepaban por las canillas del brazo arriba, que parecia que iban á dar asalto á las barbas. No he visto yo yedra tan codiciosa de subir desde el pie de la muralla donde se arrima, hasta las almenas, como el ahinco que llevaban estos puños á ir á darse de puñadas con los codos.

Y gracias a esta caridad añadió fray Gabriel , cáteme usted aquí cuidando la huerta; pero desde que se vendió la noria, no puedo regar ni un palmo de tierra; de modo que se están secando los naranjos y los limones. Fray Gabriel continuó la tía María se quedó en estas paredes, a las cuales está pegado como la yedra; pero, como iba diciendo, ya no hay más que paredes. ¡Habrá picardía!

Mas quien primero rompió el silencio fue Luscinda, hablando a don Fernando desta manera: -Dejadme, señor don Fernando, por lo que debéis a ser quien sois, ya que por otro respeto no lo hagáis; dejadme llegar al muro de quien yo soy yedra, al arrimo de quien no me han podido apartar vuestras importunaciones, vuestras amenazas, vuestras promesas ni vuestras dádivas.

Allí en la torre que vistió la yedra Su luz derrama la naciente luna, Y el buho errante de una en otra piedra Con su queja las ruinas importuna. Aquí á la sombra de olmos y de abetos En tumbas que la grama festonea, Duermen en tierra, ya por siempre quietos, Los rústicos abuelos de la aldea.

Palabra del Dia

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