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-Señor -respondió Sancho-, si va a decir la verdad, yo no me puedo persuadir que los azotes de mis posaderas tengan que ver con los desencantos de los encantados, que es como si dijésemos: "Si os duele la cabeza, untaos las rodillas". A lo menos, yo osaré jurar que en cuantas historias vuesa merced ha leído que tratan de la andante caballería no ha visto algún desencantado por azotes; pero, por o por no, yo me los daré, cuando tenga gana y el tiempo me comodidad para castigarme.

-Y ¿qué responde le bagatele en nuestro castellano? -preguntó don Quijote. -Le bagatele -dijo el autor- es como si en castellano dijésemos los juguetes; y, aunque este libro es en el nombre humilde, contiene y encierra en cosas muy buenas y sustanciales. -Yo -dijo don Quijote- algún tanto de el toscano, y me precio de cantar algunas estancias del Ariosto.

Pero los dos vigías, venciendo valerosamente nuestro desden, se aproximaron á nosotros y nos suplicaron que les dijésemos el fin que nos llevaba. Yo tuve un momento vacilacion, casi de resistencia; iba ya á decirles que nada tenia que arreglar con sus señores, cuando principié á comprender. ¿No es esta la entrada del almacen en donde está expuesto un chal bordado de oro? señor.

De esto se infiere, que al sostener que las facultades sensitivas no repugnan intrínsecamente á un espíritu puro, debemos restringir la proposicion; y nos expresaríamos con mas exactitud, si en vez de decir: «Las facultades sensitivas no repugnan á un espíritu purodijésemos: «las facultades sensitivas no repugnan á la simplicidad de un espíritu puro