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Actualizado: 9 de junio de 2025


Pero la variedad, que reinaba en las tablas, subió mucho más de punto: ya en 1770 había escrito D. Gaspar Melchor de Jovellanos, hombre por lo demás muy ilustrado, y digno de la mayor estimación de sus compatricios, un drama cuyos personajes pertenecían á la clase media, lleno de desdichas domésticas y con tendencia didáctica, que se titulaba El delincuente honrado; de esta composición se puede decir lo que declaraba un español al criticarla: que abundaba en sanas ideas de moral y de legislación, y que atacaba preocupaciones lamentables, pero evidentemente sin tener nada de común con la poesía.

I. Procesión del Corpus, art. 7.º: Otrosí es ordenanza que en dicho día en cada un año haya lo menos dos autos que sean de la Sagrada Escritura, que se representen en dicha procesión; el uno en la media villa arriba, y el otro en la media villa abajo, en el lugar donde le pareciese á la justicia y reglamento. Véase á Jovellanos, Memoria sobre las diversiones públicas. Madrid, 1812, pág. 54.

A Hormesinda sucedió Guzmán el Bueno, otra tragedia del mismo autor. Pronto emprendieron la misma senda diversos poetas: José Cadalso con su Sancho García, en la cual se imitan los alejandrinos con rimas pareadas de yámbicos de cinco pies; Gaspar Melchor de Jovellanos con su Munuza, de igual asunto que la Hormesinda, é Ignacio López de Ayala con su Numancia destruída.

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