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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Unos allegan o ponen el nombre; otros la sustancia. El que tiene nombre y no sustancia, quiere sustancia. El que tiene sustancia y no nombre, quiere nombre. En el fondo lo queremos todo: nombre y sustancia, y también amor. El equilibrio y la felicidad surgen de la obtención de lo complementario, de aquello que nos falta. En saber conseguirlo reside el secreto de la felicidad.

El hombre también había sacado un mundo de la nada, mejor dicho, una trinidad de mundos fantásticos, lamentablemente absurdos, inicuos, atroces, con un desván o entresuelo complementario para los cretinos y los recién nacidos: el mundo de los eternamente felices, el de los temporalmente desgraciados y el de los eternamente felices, mundos de muertos resucitados que se convierten en señores invisibles, intangibles, ubicuos y omnipotentes para el bien y el mal de los vivos, en dioses, semidioses, ángeles, demonios, penitentes y condenados en reclusión o en ambulación.

¿Otro ejemplo? ¡Nada convence tanto como la ejemplificación!... Un caballero se enamora de una mujer, y ve de repente, o poco a poco, que la mujer no lo quiere; pues toma de su imaginación el color complementario que se necesita, color... «indiferencia»... o mejor aún: color... «reciprocidad», y al instante «verá» que él tampoco la quiere y Melchor terminó con una vibrante carcajada.

¿Quieren una prueba?... Atiendan: un caballero insulta a otro; el insultado mira; ve una paliza en perspectiva; siente miedo, y entonces toma de su imaginación un color complementario... un color «sin vergüenza», por ejemplo, y en seguida no más «ve» que el insultador es despreciable, y... ¡lo desprecia! ¡Está gracioso!...

Palabra del Dia

commiserit

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