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Actualizado: 17 de junio de 2025
Hacía un rato que la deshoja estaba en plena efervescencia, cuando una voz gritó: «¡la mona!»; y esto bastó para que las mujeres se alborotaran y chillasen, y para que los hombres se pusieran en actitud de defensa.
Bonis se acercó al lecho a tientas, estirando el cuello, abriendo mucho los ojos y pisando de un modo particular que él había descubierto para conseguir que las botas no chillasen, como solían. Esta era una de las fatalidades a que se creía sujeto por ley de adverso destino; siempre las suelas de su calzado eran estrepitosas.
Todas las mañanas iba a Madrid a la busca; al volver a su chamizo de las Carolinas, se pasaba las horas escogiendo su carga y la de la vecina, y después armaba fiesta en la taberna hasta la madrugada, y cuando estaba en su punto se ponía en cueros, sin miedo al frío, para que chillasen escandalizadas las mozas del barrio y rieran los camaradas. Nunca había estado enfermo. Yo no duermo.
Palabra del Dia
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