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A menos que usted, arredrada con los peligros que pueden amenazarnos, no se arrepienta de sus juramentos y.... DOÑA MATILDE. ¡Yo arredrada! ¡yo arrepentida! No creía yo que me calumniara usted de ese modo, Eduardo, después de tantas pruebas como le tengo a usted dadas de mi amor....

"Don Ricardo Don Ricardo!" at this crisis sung out Caspar, who had clambered up the rock, to have a peep about him "Ave Maria Alla son dos pobres, que peresquen pronto, si nosotros no pueden Hydros." "Whereabouts?" said Campana "whereabouts? speak, man, speak."

Todas las objeciones que se aducen o pueden aducirse en contra del sufragio femenino tienden invariablemente a estos dos objetos: a la seclusión doméstica de la mujer y a perpetuar su esclavitud civil y política.

XI, pp. 23, 24: ...antes de agora yo tengo pedido que se me declaren los nombres y personas de los Señores del Consejo de la santa y general Inquisicion, ante quien los auctos y sentencias interlocutorias y difinitivas deste negocio pueden ir á parar, para que sabiendo quien son yo pueda deliberar lo que conviene á mi justicia, y si tengo justa causa para recusar á alguno dellos; y por no se me haber declarado yo tengo apelado.

Pero, no se aflijan los amigos ni triunfen los enemigos de los santos monjes que profesan vote de pobreza. A unos y otros les diremos que pueden estar tranquilos.

Estoy satisfecho, por esto, de que las pocas mujeres que ahora hablan de los derechos de su sexo y reclaman el sufragio representan a las demás mujeres filipinas, a no ser que queramos inferir el insulto de decir que las mujeres de este país están privadas de sentido común para oponerse o rehusar la concesión de derechos que pueden ensanchar sus medios de vida y sus actividades dentro de la sociedad.

Ellas no van solamente a las iglesias sino a los espéctaculos públicos, a las fiestas populares, allí donde pueden ostentar la elegancia de sus trajes o satisfacer su curiosidad femenina.

DON EDUARDO. No hay duda que he podido ser rico, pero.... DOÑA MATILDE. ¿Pero qué? DON EDUARDO. Nada, nada. DOÑA MATILDE. Explíquese usted. DON EDUARDO. Son cosas mías, que ya no pueden interesar a usted. DOÑA MATILDE. ¡Oh! , ... hable usted ... lo quiero ... lo exijo.... DON EDUARDO. Bueno; sepa usted que cuando el Sr.

No quiero tampoco suponer que muchos hombres no quieren el sufragio de la mujer porque temen que pueden resultar vencidos en una discusión pública y el prestigio del sexo quedaría mal parado. En segundo lugar, si lo que quiere la mujer es encontrar siempre en el hombre aquella especie de adoración que se tributa a un ídolo, ella puede estar segura de ello con sufragio o sin sufragio.