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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Y disimulando, al verle entrar, su repentino azoramiento, añadió, huyendo del malhadado cordón, cual si fuese en realidad una serpiente: ¡Jesús, hombre, qué torpeza!... Acabe usted y descorra esa cortina...
Fernando y Salvador se abrazaron cordialmente; contaban una misma edad y habían hecho juntos algunas memorables jornadas infantiles. Cuando entró Narcisa en la sala, Salvador no pudo remediar cierto azoramiento mortificante, que ella interpretó a su antojo. Llevaba el médico en la solapa una blanca margarita del jardín de Luzmela.
Palabra del Dia
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