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DOÑA MATILDE. ¡Yo, que tengo la culpa de todas las desgracias de usted! DON EDUARDO. Pero qué remedio.... DOÑA MATILDE. No, jamás se realizará tan terrible separación ... si es cierto que usted me quiere.... DON EDUARDO. ¿Lo duda usted todavía? DOÑA MATILDE. ¿Desheredado por ! ¡Y yo he podido, Dios mío, desconocer un instante tanto mérito! DON EDUARDO. ¡No llore usted, por mi vida, Matilde mía!

DOÑA MATILDE. ¡Bruno! BRUNO. Jesús, señorita, ¿ya se levantó usted? DOÑA MATILDE. , no he podido cerrar los ojos en toda la noche. BRUNO. Ya se habrá usted estado leyendo hasta las tres o las cuatro, según costumbre.... DOÑA MATILDE. No es eso.... BRUNO. Se le habrá arrebatado el calor a la cabeza.... DOÑA MATILDE. Repito que....

Y para remedio dello, el año pasado comencé á ponello en latin, para siendo examinado y aprobado, imprimillo, dando por cosa agena y no mia todo lo que anduviese en vulgar y escrito de mano. Y por la falta de salud que he tenido como es notorio, no lo he podido acabar.

En Moliere y en Moratín no se encuentra un solo plan de esta especie: el poeta cómico no debe hacer hipótesis; debe sorprender y retratar a la naturaleza tal cual es; esta comedia hubiera requerido una mujer realmente enamorada, y que realmente hubiera hecho una locura, como en el Viejo y la Niña sucede; verdad es que entonces no hubiera podido ser dichoso el desenlace, y acaso habrá huido de esto el señor Gorostiza; éste era defecto del asunto, así como lo es también la aglomeración en horas de tantas cosas distintas, importantes, y regularmente más apartadas entre en el discurso de la vida.

DON EDUARDO. No hay duda que he podido ser rico, pero.... DOÑA MATILDE. ¿Pero qué? DON EDUARDO. Nada, nada. DOÑA MATILDE. Explíquese usted. DON EDUARDO. Son cosas mías, que ya no pueden interesar a usted. DOÑA MATILDE. ¡Oh! , ... hable usted ... lo quiero ... lo exijo.... DON EDUARDO. Bueno; sepa usted que cuando el Sr.

Estas niñas románticas, cuya cabeza ha podido exaltar la lectura de novelas, no reparan en clases ni en dinero; éste podrá ser su yerro; enamóranse de un hombre sin preguntarle quién es; ésta es su imprudencia: si sale pobre, verdad es, nada les arredra, y en las aras del amor sacrifican su porvenir; mas si sale rico, como ya están enamoradas, por esta sola circunstancia no se desenamoran.