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La consideración de su impotencia casi le hizo llorar. Influenciado por su nueva amistad con Gurdilo, sólo veía en este personaje el remedio de sus preocupaciones. ¡Si ocupase el gobierno nuestro gran orador!... A continuación se mostraba pesimista. El gobierno actual es más fuerte que nunca. ¿Quién puede derribarlo? No será ciertamente Ra-Ra y los dementes que le siguen.

No se exalte, gentleman; al contrario, debe usted mostrarse prudente y conciliador. Creo que esto se arreglará finalmente. Puede usted presentar sus excusas al Padre de los Maestros. Yo explicaré que todo se debe á su desconocimiento de nuestra lengua y nuestras costumbres. Lo que me preocupa más es lo de Ra-Ra; pero si no hay otro remedio, lo abandonaremos y que siga su destino.

Le siguió Gillespie con los ojos en todas sus evoluciones alrededor del inmóvil cortejo universitario. Por un momento sospechó si se propondría hacer algo contra el Padre de los Maestros. Luego una luz nueva pareció extenderse por el pensamiento de Edwin. Se explicó de pronto el motivo de que Ra-Ra odiase al severo Momaren.

Lo que vale es el trabajo de los hombres inteligentes que desean emanciparse de una vida de harén y apelan al estudio como único medio de conseguir la libertad. Hemos encontrado á un octogenario que de joven hizo la guerra con el generalísimo Ra-Ra, mi heroico abuelo. Este anciano conoce el mecanismo de todos los aparatos de combate que se conservan en las universidades.

Había oído hablar tantas veces á su traductor de la influencia omnipotente del Padre de los Maestros y de su inmensa sabiduría, que consideró interesante conocer á tan alto personaje. Además se acordó de Ra-Ra y del odio concentrado y misterioso que mostraba contra el ilustre Momaren.

Su última sonrisa se había inmovilizado, convirtiéndose en una mueca fría y lúgubre. Ra-Ra levantó uno de los brazos de su amada, y el brazo volvió á caer con la inercia de la muerte. Entreabrió sus párpados, y sólo pudo encontrar un globo vidrioso y empañado, del que había huído toda luz. ¡Ha muerto, gentleman! gritó llorando como un niño.

Después de haber hecho huir á los policías, y mientras su servidumbre medrosa escapaba también fuera de la vivienda, Ra-Ra le habló desde el fondo del bolsillo que le servía de refugio. Consideraba prudente no quedarse allí. Ya había hecho bastante el gigante para defenderle de sus enemigos. Debía dejarlo escapar antes de que llegasen fuerzas más considerables.

Lo que vas á hacer, querido Ra-Ra dijo , es quedarte quietecito dentro de este bolsillo, donde encontrarás una agradable sorpresa. ¿Crees que voy á perder el tiempo mezclándome en esta ridícula guerra entre hombres y mujeres?... ¡A callar! Es inútil que protestes, porque no te oiré. Ahora ya no necesito guías; puedo moverme solo.

¿Quién puede tener interés en matarme? repuso Gillespie tristemente . Los que deseaban vengarse de deben sentirse ya más que satisfechos por el castigo que me han impuesto. Equivale á una muerte lenta. Popito siguió hablando: Ra-Ra cree que los personajes misteriosos que dirigen á estos bandidos son Golbasto y Momaren, mi padre.

Los enamorados, al verse protegidos por esta muralla de carne y de lienzo, sin miedo ya á la curiosidad del cortejo universitario, corrieron el uno hacia el otro. El hombre echó atrás sus velos femeniles. Efectivamente, era Ra-Ra. Los dos se abrazaron y empezaron á besarse, sin prestar atención al grupo de atletas, que presenciaban sus arrebatos con impasible estupidez.