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No respondían invariablemente Hans y Cornelio; pero su voz era poco segura. La chalupa, entre tanto, avanzaba con extraordinaria rapidez. Llevada por el viento y las olas, iba acercándose a la costa australiana, que ya no debía de estar muy lejos.

Poseía dicen sus contemporáneos, una habilidad extraordinaria para disfrazarse; los trajes varoniles, especialmente, vestíalos á maravilla, y movíase dentro de ellos con tanto aplomo y desenvoltura, que el sexo desaparecía por completo en aquella mujer, tan mujer y tan linda.

Muy luego fué rodeado de piadosas lágrimas y oraciones. Yo me retiré con el alma profundamente conmovida por aquella escena extraordinaria, que debía permanecer secreta para siempre, entre aquel muerto y yo. Este triste suceso de familia ha hecho pesar sobre cuidados y deberes de que tenía necesidad para justificar á mis propios ojos la prolongación de mi morada en la casa.

Acordaron entonces las autoridades llevarse los de D. Cristóbal; con pompa extraordinaria le acompañaron hasta el bajel que por casual coincidencia llevaba el significativo nombre de El Descubridor, y transbordados en el puerto de Ocoa al navío San Lorenzo, antes de acabarse el año 1795, los condujo á la Habana, con los honores de almirante que le eran debidos, el teniente general de la Armada D. Gabriel de Aristizábal.

En fin, aquella alma extraordinaria me ha entregado el secreto de sus tempestades. ¡Desearía que lo hubiera guardado siempre!

Los vientos, especialmente los del sur, son muy violentos, y por esto estan los navios por lo comun provistos de cables y ancoras, de una fuerza extraordinaria para este paraje.

Ya estaba cerca del sitio de la fiesta, y no era conveniente llegar sin su marido y con tal acompañamiento. Manos Duras contuvo su caballo mientras se alejaba el carruaje, Durante algunos minutos siguió con los ojos á aquella mujer, la más extraordinaria que había encontrado en su vida; y al dejar de verla, su mirada de mastín sumiso volvió á recobrar una dureza agresiva.

Siempre que Yurrumendi hablaba de mismo, lo hacía como si se tratara de un extraño, en tercera persona. Así decía: Entonces Yurrumendi comprendió.... Entonces Yurrumendi dijo tal cosa. Parecía que sentía ciertas dudas sobre su personalidad. Yurrumendi tenía una fantasía extraordinaria. Era el inventor más grande de quimeras que he conocido.

Los curas, especialmente, le merecían extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes.

Cuán extraordinaria sorpresa y cuán tremenda cólera no serían las de Morsamor no bien supo que donna Olimpia y Teletusa, así como sus escuderos Asmodeo y Belcebú, habían desaparecido, sin que se hallasen en la nave por más que los habían buscado.