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De esto dependen en gran parte las ventajas que unos llevan á otros en la buena direccion y acertado manejo de los asuntos; pudiendo asegurarse que quien esté enteramente falto de dichas cualidades será hombre de poco valer, incapaz de llevar á cabo ningun negocio importante. Para las grandes cosas es necesaria gran fuerza, para las pequeñas basta pequeña; pero todas han menester alguna.

Le querían decir, en su opinión, «¿quién eres para pedirme cuentas, para fiscalizar mi administración? ¿Por qué estás metido en la familia, plebeyo miserable?». , plebeyo, pensaba el infeliz; porque si bien sabía, con gran oscuridad en los pormenores, que sus ascendientes habían sido de buena familia, casi lo tenía olvidado, y comprendía que los demás, los Valcárcel especialmente, no querrían recordar, ni casi casi creer, semejante cosa.

Rectificó en seguida su afirmación, por modestia, no por orgullo. Deseaba ser creyente, pero en realidad no lo era. Se acordaba de su madre, la sencilla doña Mercedes. ¡Cuánto daría por tener la confianza en el más allá de la buena señora!

Yo también estaba acostumbrada al calor cuando vine hace años, y sin embargo no me ha hecho daño;... depende de las naturalezas... ¿Pero Julia se ha puesto mala aquí? preguntó Miguel, aunque ya lo sabía. Ha tenido un catarrillo pertinaz, pero la he mandado a Mejorada unos días con mi prima Rafaela, y se ha puesto buena.

Al poco tiempo, como por máquina, principió a murmurar a cada golpe: «¡Dale! ¡Atiza! ¡Buena fue ésa! ¡Vaya una mano!...» y otras semejantes exclamaciones. Terminó la lección de historia sagrada. Antes de tomar la de gramática hubo un respiro. La costurera se puso a bromear alegremente con el mayordomo. Estaba de un humor angelical. ¿Qué tal la carne? Rica, ¡rica de verdad!

Probábalo también la curiosa circunstancia de que, pasada la refriega, quedábanse en sus bancos los acusados tan padres de la patria como el más caballero; y tan frescos y descansados como la madre que los parió. Lo que estos escándalos y aquellos tumultos y los otros motines atolondraban a don Simón, no hay para qué decirlo, conociendo, como conocemos, su sencilla buena fe.

Finalmente, el colmilludo jabalí quedó atravesado de las cuchillas de muchos venablos que se le pusieron delante; y, volviendo la cabeza don Quijote a los gritos de Sancho, que ya por ellos le había conocido, viole pendiente de la encina y la cabeza abajo, y al rucio junto a él, que no le desamparó en su calamidad; y dice Cide Hamete que pocas veces vio a Sancho Panza sin ver al rucio, ni al rucio sin ver a Sancho: tal era la amistad y buena fe que entre los dos se guardaban.

Qué quieres, hija; si hubiera llevado tan buena vida como Antonio, estaría mejor conservado.

En Potosí le hecho minero, Mas nunca tuvo el pobre mina buena: Busquemos una agora en otro canto, Que ya cansa decir en este tanto. Viene Obispo al Paraguay. Muere Domingo de Irala. Eligen por Gobernador á Francisco Ortiz de Vergara, y sale con el Obispo al Perù.

Estaba pobre, había sido muy desgraciada... , , me han dicho que es muy corrida. Tienes buenas tragaderas afirmó doña Lupe con crueldad. No haga usted caso... los hombres son muy malos. ¿No conviene usted conmigo en que los hombres son muy malos? Y dígame usted ahora. ¿No es acción noble traer al buen camino a una alma buena que se ha descarriado?