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Diciendo esto, tomamos el cuchillo y partimos bocaditos, y al cabo decimos: ¡Oh, qué bien huele! Cierto que haría agravio a la guisandera en no probarlo. ¡Qué buena mano tiene! Y diciendo y haciendo, va en pruebas el medio plato: el nabo por ser nabo, el tocino por ser tocino, y todo por lo que es.

Y cuando el buen hombre vació delante de ella su saco de telegramas, le echó una mirada de agradecimiento y le dijo: ¡Gracias! En seguida se puso valientemente a la tarea. Fiel a las tradiciones de las nobles castellanas, cuyos usos y costumbres hubiera hecho revivir de buena gana, la de Candore recibía todos los domingos al cura y al notario, comensales obligados del castillo.

La niña guardó silencio. Y que V. también me va queriendo a un poco, ¿no es verdad? Tampoco contestó. Vamos, dígame V. que ... aunque sea mentira. Yo no digo mentiras manifestó la niña con voz dulce. ¿Entonces, no me quiere V.?... Tampoco digo eso. Miguel entusiasmado la abrazó. Pues yo te quiero, te quiero por lo hermosa y lo buena que eres...

Que... habéis sufrido... Perdonadme mis pecados. Perdonadme... mis pecados. Y salvad mi alma. ¡Quita, quita! dijo la moribunda separando con mano vacilante a su hija . No; yo no me muero..., estoy buena... Ven acá, Martita... ¿No es verdad... que no me muero..., hija mía?

Digan en buena hora que el trabajo es una necesidad dolorosa para la conservación de la vida, pero no digan que es una virtud, pues el reposo y la dulce inactividad son más gratos al hombre y a todos los animales que el movimiento y la fatiga.

Este, de pie, con su barba plateada y levemente ondulosa como la de los ermitaños de tragedia, con su calva central guarnecida de abundantes mechones canos, con su alta estatura, un tanto encorvada ya, se le figuraba la ancianidad clásica, adornada de sus atributos, coronando la cima de los tiempos. Y el patriarca, a su vez, creía ver en aquella buena moza el viviente símbolo del pueblo joven.

Hay en el hombre una fuerza, facultad, ó potencia de conocer la exâctitud, orden, verdad, falsedad, proporcion, propiedad, y buena constitucion de los actos de las potencias propuestas, y de juzgar y conocer de ellas, descansando sobre lo que halla cumplido y conforme á lo verdadero, y no pudiendo quedar satisfecha con lo falso.

Después, volviendo sobre sus pasos: Amigo mío me dijo, es preciso que me permitas asociarte á una buena fortuna que he tenido en estos días. He puesto la mano sobre un tesoro; he recibido un cargamento de cigarros que me cuestan dos francos cada uno, pero no tienen precio. Toma uno; después me dirás qué tales son. Hasta la vista, querido.

Mostrábase optimista Maltrana, felicitando a su amigo por su buena suerte. ¡Cosa hecha! Aquella loca podía considerarla como suya.

Así te asemejas a cierto mercader que el Padre Ambrosio conoció en Roma, de quien contaba que se hizo retratar en escultura y en pintura, con trajes de todas las edades, hasta de aquella en que florecieron los Scipiones y los Favios. Con tan buena maña se formó larga serie de progenitores ilustres.