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Y como deciros no puedo lo que en es y no es, ni lo que yo soy por el efecto de vos que en se hace, quiero deciros, que acordándome del papel y del tintero que conmigo siempre traigo para coger al vuelo las mercedes que mi pobre musa me concede alguna vez, especialmente cuando entre las verdes alamedas del Guadalquivir la tristeza de mis pensamientos paseo, he querido escribiros por que sepáis que cuando yo vuelva a veros, más que por lo de anoche, de la justicia habréis de ampararme; y quedad con Dios, puede ser que hasta la noche, que cumplido ya mi propósito bajo vuestros miradores venga a ponerme, o si lo queréis mejor, señora mía, por la reja que a la vuelta de vuestra casa en la callejuela se halla, podéis a la media noche tener noticias del suceso de las aventuras en que por vos voy a meterme.

Esta tarde tenemos un primer ensayo y es necesario que la dama sepa su papel. Estudio, ya lo veis; no podéis pedirme más. El bufón miró dolorosamente á la joven. En aquel momento entró Casilda. Señora dijo , aquel caballero joven que estuvo aquí ayer acaba de bajar de una carroza y pide veros. ¡Ah! Ya sabía yo que vendría dijo el bufón ; adiós, Dorotea, adiós, y mira lo que haces.

El amueblado de las habitaciones, lo mismo que los trajes de todos ellos, revelaban una existencia modesta pero ordenada, digna y con cierta distinción. Conmovido el ingeniero por las visiones que él mismo iba creando, hizo un esfuerzo para arrancarse á ellas, y siguió escribiendo la carta que tenía empezada sobre la mesa: «Pronto volveré á veros.

9 Porque testigo me es Dios, al cual sirvo en mi espíritu en el Evangelio de su Hijo, que sin cesar me acuerdo de vosotros siempre en mis oraciones, 10 rogando, si al fin tendré, por la voluntad de Dios, próspero viaje para ir a vosotros. 11 Porque deseo veros, para repartir con vosotros algún don espiritual, para confirmaros;

¡Oh! ¡cuánto os amo! dijo el duque con un acento salido del corazón ; yo sabía que érais hermosa y pura; pero no sabía que érais una santa... ¡y un año mortal sin veros!... y á fe á fe que me parecéis más hermosa. La duquesa se vió obligada á imponer silencio al duque, pero no sospechó que él fuese el encubierto de la reja; nunca lo sospechó.

, tenéis todos los gustos que pueden detener a un hombre en su casa... y vivís... en el círculo... ¡Dios, mío! ¡Vaya! dijo el señor de Lerne. Señor Jacobo replicó Juana, cuyo abanico se agitó violentamente. ¿Señora? ¿Os voy a parecer muy indiscreta? ¡Soy tan indulgente!... Vuestra madre desea veros casado. Me lo figuro, señora. ¿Y vos no lo queréis? No, señora, absolutamente.

Te están contemplando los ojos curiosos, pero compasivos, de una mujer: no es la mano del pescador, no. ¿Qué quiere aquélla? Sólo veros, saludaros y que os contemple su hijo, dejándoos disfrutar de vuestro elemento natural, y deseándoos salud y prosperidades. A veces no hay necesidad de errar á mucha distancia: todo lo encontramos en un mismo sitio.

¡Ah! si vos creéis que yo tengo el alma helada, os engañáis; que la tengo muerta, que sólo ha sobrevivido en lo malo, os engañáis, Dorotea, os engañáis; mi vida es una vida poderosa, insoportable, insaciable, una calentura continua; mi vida necesita espacio donde extenderse, y no le halla; mi vida está comprimida, encerrada como en una caja de hierro: cada corazón digno de que encuentro, es un poco de espacio que se dilata en esa caja terrible, en esa prisión que no puedo romper por más que hago; y al mismo tiempo es una amargura más, una amargura infinita; habéis dicho que yo os sacrifico á sangre fría, y al veros sufrir, al veros de tal modo desesperada, tengo el corazón apretado, siento ansias, y me pregunto qué razón desconocida hay para que el hombre se alimente del hombre el alma del alma, la alegría del dolor, la vida de la muerte, me digo y me espanto al decirlo: ¿por qué Dios no nos ha dado otros sentimientos más fáciles de satisfacer? ¿por qué esta continua carnicería? ¿por qué esta durísima é interminable batalla?

Miéntras que andan buscando su basilisco, voy á informaros, dixo la hermosa Astarte, de todo lo que he padecido, y que perdono al cielo una vez que vuelvo á veros.

Carlos fué tierra; eclipse padecistes Divino sol, pues me quitaba el veros, Opuesto como nube densa y grave Gobernaba la nave De mi vida aquel viento De vuestro auxilio santo Por el mar de mi llanto Al puerto del eterno salvamento, Y cosa indigna, navegando, fuera Que rémora tan vil me detuviera. ¡Oh, como justo fué que no tuviese Mi alma impedimento pan amaros, Pues ya por culpas propias me detengo! ¡Oh, como justo fué que os ofreciese Este cordero, yo, para obligaros!