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Lord Gray por unos moldes de cera que le envié, falsificó las llaves de la casa, le escribí fijando hora, fue... salí... Pero ¡ay!, al verme fuera de casa, parece que se me cayó el cielo encima con todas sus estrellas... lord Gray me llevó a una casa que está muy cerca de la nuestra, en la calle de la Novena... No era aquella su vivienda. Salió una señora de edad a recibirnos.

Entonces, sin detenerse más, se arrojó en sus brazos y enjugó con besos las lágrimas que humedecían su rostro. ¿Qué es esto? ¿Por qué lloras así? dijo doña Manolita. Y sin contestar a la pregunta, preguntó a su vez doña Luz. ¿Cómo te has entrado hasta aquí? ¿Qué te trae a verme tan de mañana? ¿Por qué me has sorprendido?

Cuando terminó el buen hombre, levantó la cabeza y escudriñó el cielo con desasosiego; después, al verme en la ventana, me dijo: Mal tiempo hace para el cultivo... va a soplar el siroco. Efectivamente, a medida que se alzaba el sol, llegaban del Sur hasta nosotros bocanadas de aire cálido y asfixiante, como si viniesen de la puerta de un horno abierta y vuelta a cerrar.

A menudo los encontraba paseando por los parajes solitarios del Retiro, a distancia respetable de la mamá, que se detenía oportunamente a contemplar los primeros botones de las flores o algún insecto curioso: las mamás, en esta época de crisis marital, tienen la obligación de ser admiradoras de las obras de la naturaleza. La parejita de tórtolas se detenía al verme y me saludaba ruborizada.

¡Ah, lucero de mi obscura noche! exclamó Quevedo ; creo que mi pensamiento me ha traído por tan buen camino, como que en él había de encontraros. No podíais pasar por otra parte. ¿Me esperábais? Con ansias del corazón. No digáis eso, si no queréis verme loco. Aunque mucho os amo, que bien lo sabéis, no por vuestro amor son mis ansias, que de él estoy segura, sino por ella.

Al verme reír, manda al diablo el énfasis afectado, el pudor y la dignidad, y se echa a reír también con toda la boca; luego me dice: ¡Oh! desde el momento que usted toma así la cosa, amigo mío... Si yo lo hubiera adivinado... Pero, usted bien lo sabe, hay que tantear siempre el terreno... y si cuaja, tanto mejor... De modo que estábamos de acuerdo.

Bien que usted abriga por tan alta consideración y estima como yo por usted; pero, como mi secreto al fin va a ser conocido, no puedo permanecer haciendo acto de presencia y verme obligada a enfrentarme con usted, que es de todos los hombres al que menos me atrevo a encarar.

Fuí imprudente; creyéndole un vasallo leal, le escribí algunas cartas de mi puño y letra, avisándole de la hora que podía entrar en palacio y verme. ¡Y esas cartas! ¡esas cartas! Las he quemado yo por mi propia mano, gracias á don Juan Téllez Girón, que se las arrancó á estocadas. ¡Ah! dijo respirando el rey ; ¿y de resultas de esas estocadas está herido don Rodrigo? , señor.

Díjele, al partir, a don Fernando que por el mesmo camino de aquélla podía verme otras noches, pues ya era suya, hasta que, cuando él quisiese, aquel hecho se publicase.

Ahora que estoy próximo a separarme de ti siguió diciendo el joven, es cuando veo cuánto has penetrado en mi corazón... Parece mentira que en tan poco tiempo te haya llegado a querer de un modo tan entrañable... ¿Te pasa a ti lo mismo? ¿Me seguirás queriendo cuando dejes de verme? Maximina movió varias veces la cabeza en señal afirmativa.