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¡Qué ha de haber pasado! Que le quiero, que le amo, que le adoro; que él me quiere también, aunque lucha por sofocar su amor y tal vez lo consiga; y que Vd., sin saberlo, tiene mucha culpa de todo. ¡Pues no faltaba más! ¿Cómo es eso de que tengo yo mucha culpa?

Pero como sus colonos habrán dado la alarma, 20 vamos ahora hacia Carcabuey y es preciso que nos acompañe Vd. Aliatar, fije Vd. el precio de mi rescate, y, si no es demasiado, le doy palabra de que lo recibirá en Loja antes de dos días. 25 No dudo de su palabra, mas prefiero su persona a su dinero. ¿Quiere Vd. canjearme por uno de los suyos...?

No, señor; ni al lucero del alba que viniese con una torta en la mano. Pues por eso digo, que en cambio de mi voluntad que le he dado, me da Vd. un desprecio. Yo no desprecio á Vd. ¡Pero no me quiere dar oídos! Si no es hoy, mañana será; ó he de poder poco. Señor, exclamó azorada y ofendida Varmen. ¡Á carrera larga nadie escapa!, repuso el guarda, cogiendo su escopeta y alejándose.

Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó Pateta en actitud humilde. ¿Qué quieres? Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha venío. Vamos, di. Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya nos hablamos algo... y mañana es su santo.

Yo tengo muy holgachón el criterio, y te absolveré de todo, sin que mi absolución te valga para nada. Pero si quieres confiarme algún hondo secreto como a tu mejor amigo, empieza, que te escucho. Lo que tengo que confiar a Vd. es una gravísima falta mía, y me da vergüenza... Pues no tengas vergüenza con tu padre y di sin rebozo.

Nos avergonzamos y conocimos nuestro disparate. Es muy bueno el hermano cura, ¿no le parece a Vd.? Yo fuí a abrazar al cura en silencio y más conmovido que nunca. Entramos por fin en la casa del curato, que era pequeña y modesta, pero muy aseada y embellecida con un jardincillo, provista de una cuadra y de un corral. La gente se detuvo en la puerta.

Ya se entiende que me creo insignificante para enamorarla, no para ser su amigo; no para que ella me estime y llegue a tener un día cierta predilección por , cuando yo acierte a hacerme digno de esta predilección con una santa y laboriosa vida. Perdóneme Vd. si me defiendo con sobrado calor de ciertas reticencias de la carta de Vd. que suenan a acusaciones y a fatídicos pronósticos.

No: no lo es; tengo fe de que esta idea es en todo conforme con Vd.; pero tal vez es ingénita en mi alma; tal vez está en ella desde que fue creada por Dios; tal vez es parte de su esencia; tal vez es lo más puro y rico de su ser, como el perfume en las flores. ¡Bien me lo temía yo! Vd. lo confiesa ahora. Usted no me ama.

Suspendo hacer la descripcion del Choelechel, por cuanto con bastante difusion lo tengo manifestado á Vd. antecedentemente. Tampoco quiero hablar de las numerosas indiadas que precisamente los obliga á transitar por este paso, y los estragos que causan á Buenos Aires, porque de todo ello tiene Vd. muy largas noticias y conocimiento.

Muy Señor mio: En cumplimiento de la órden de Vd., en que me manda en primer lugar, le informe si por la dificultad que se experimenta en la navegacion de este rio y la barra de su boca, que no permite paso para mas embarcacion que pequeña, está imposibilitada y defendida por naturaleza la comunicacion que puede temerse de los enemigos de la corona, teniendo presente los puertos de San José y San Antonio; debo decir á Vd., que no solo no está defendida é imposibilitada por naturaleza la expresada comunicacion de los enemigos de la corona, sino que la naturaleza misma tiene franqueada y facilitada la entrada por la barra de este rio, con cuantas embarcaciones, municiones y pertrechos quiera conducir á él cualquiera enemigo: probaremos esta verdad á fin de no dejar lugar á la duda.