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MÁXIMO. Verdades que han de serle muy útiles... Que aprenda por misma lo mucho que aún ignora; que abra bien sus ojitos y los extienda por la vida humana, para que vea que no es todo alegrías, que hay también deberes, tristezas, sacrificios... ELECTRA. ¡Jesús, qué miedo! CUESTA. Conviene no estimular con el aplauso sus travesuras. DON URBANO. Y mostrarle un poquito de severidad.

Su coco es el urbano: no se sabe por qué le ha tomado miedo; pero que se le tiene es evidente: semejante a aquel loco célebre que veía siempre la mosca en sus narices, tiene de continuo entre ceja y ceja la anarquía: y así la anda buscando por todas partes, como busca Guzmán en La Pata de cabra las fantasmas por entre las rendijas de las sillas.

Estoy soñando... Todo lo que veo es mentira, ilusión. PANTOJA; DON URBANO, el MARQU

PANTOJA, CUESTA; EVARISTA, DON URBANO, EL MARQU

DON URBANO. Ya: para el envío a Roma. CUESTA. ¿Y Evarista? DON URBANO. Vistiéndose. CUESTA. Ya que vais a la inauguración de La Esclavitud, y que lleváis a Electra. DON URBANO. Por cierto que de esta niña no debemos esperar nada bueno. Cada día nos va manifestando nuevas extravagancias, nuevas ligerezas... Que no significan maldad. DON URBANO. Lo son como síntoma, fíjate, como síntoma.

EVARISTA, DON URBANO, sentados junto a la mesa despachando asuntos; BALBINA, que sirve a la señora una taza de caldo. Ya lo sabes. Que nos parece bien el plano y presupuesto, y que ya nos entenderemos con el contratista. EVARISTA. No importa. Aún nos sobra dinero para la continuación del Socorro. BALBINA. Ya vigilo, señora. Este juego de la señorita Electra creo yo que no trae malicia.

MÁXIMO. Tu alma... En ella está todo. Chitón. Nos miran. Los mismos; DON URBANO, PANTOJA por el fondo. DON URBANO. ¿Almorzamos? EVARISTA. No hay motivo para alarmarse, amigo Pantoja. MARQU

DON URBANO. No estaba ya en el colegio. Vivía en Hendaya con unos parientes de su madre. Yo nunca fui partidario de traerla a vivir con nosotros; pero Evarista se encariñó hace tiempo con esa idea; su objeto no es otro que tantear el carácter de la chiquilla, ver si podremos obtener de ella una buena mujer, o si nos reserva Dios el oprobio de que herede las mañas de su madre.

CUESTA. , : bueno, bueno... y pecador... En fin, dejemos los errores y vamos a sus consecuencias. Yo no quiero, no, que usted viva desamparada. Usted no posee bienes de fortuna. Es dudoso que la protección de Urbano y Evarista sea constante. ¿Cómo he de consentir yo que se encuentre usted pobre y desvalida el día de mañana? No si lo entiendo... no si debo entenderlo.

Tan modernas son estas edificaciones, que la madera de que están construidas, todavía verde, se dilata con voluptuosidad a los primeros efluvios de la primavera. Bajo el barniz de muñeca se siente circular la savia, y uno hombre urbano y prosaico teme que las puertas se le cubran de follaje y que los pájaros vengan a hacer sus nidos en el pasillo.