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Lo soy bastante; pero sobre todo soy un ser insignificante, indigno de que fijes en él tus hermosos ojos. Por lo pronto, máscara, tienes una cualidad bastante rara en el día: la modestia. Ya no eres, pues, tan insignificante. Cuando no hay mérito, la modestia no es virtud. Déjame comprobar yo misma si es verdad lo que dices. Alza un poquito la máscara.

En vano intentó el príncipe hablar otra vez. Por esto huyo de ti; por eso no he contestado tus cartas. no tienes la culpa; pero eres el remordimiento, y tu presencia resucita mi crimen... Además, me conozco; no soy mas que una pobre mujer, como quien dice la debilidad, la inconsciencia, el olvido.

Tienes razón... ¿Pero qué se le va a hacer, si Madrid es un lodazal?

Riéronse mucho las damas, entonando el consabido estribillo: ¡Qué cosas tiene! y Carmen Tagle, para desagraviarle, le ofreció un sorbete diciendo: Vamos, hombre... Tómate un Curra Albornoz y te curas... No es más indigesta la ensalada de pepinos que el suelto de El Puente de Alcolea, y ahí la tienes a ella bailando tan fresca.

Luisa, sin embargo, se resolvió a hacer lo que pretendía a despecho de su amiga, y llegándose a Lola, le dijo: Mira, Asunción tiene que decirte una cosa; ve a sentarte junto a ella. Lolita se vino hacia la melancólica niña y le preguntó cariñosamente tocándole la cara: ¿Qué tienes que decirme, Chonchita?

Pues no tienes más remedio que hacerlo, porque es una promesa y tengo que cumplirla... me has ayudado hasta ahora en el camino de la virtud... No me abandones a lo mejor. No lo harás, Genovita, ¿no es verdad que no lo harás? ¡Señorita, por Dios, no me mande usted eso! ¡Vamos, Genovita! Te lo pido por el cariño que me tienes. No..., no..., no me pida eso.

Y a ti, Amaury, como tienes que cumplir con los deberes que impone la sociedad, te autorizo para bailar cuanto quieras, a condición de que no lo hagas a menudo y que de vez en cuando me acompañes, ya que la facultad y la paternidad se han confabulado para condenarme a representar un papel pasivo en la fiesta de esta noche.

¡Pobre gente!... Les quiero yo mucho a todos. Aquí tienes a Marta, que quiere despedirse. Acércate, Marta... ¿Te vas conformando ya?... ¡Qué remedio tengo, María! repuso la niña pugnando por reprimir los sollozos.

16 Tu arrogancia te engañó, y la soberbia de tu corazón, [] que habitas en cavernas de peñas, que tienes la altura del monte; aunque alces como águila tu nido, de allí te haré descender, dijo el SE

¿Crees que te la darán? Si tienes las pruebas de mi inocencia, intenta la revisión del proceso... ¡Qué! ¿No comprendes que nos estrellaremos contra todas las dificultades acumuladas por tus enemigos, y que tenemos que contar con la mala voluntad de la justicia? Empieza por huir; después probaremos que no eres culpable, te empeño mi palabra... Jacobo alzó la frente.