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Yo decía: eso lo siento yo, esto es cosa mía, esto me pertenece... DON JOS

No importa; si José Luis llega a quererme, yo le corresponderé. ¡Qué suave y qué raro es el comienzo del primer amor! Siento que pronto me dominará la delicia de adorarlo..." Por favor, Camucha interrumpió Adriana no leamos más, yo por qué te lo digo. Dejemos esto. No, estás loca. ¡Y te has puesto pálida! No tengas miedo, tonta. Después subimos.

Hasta me parece que me he convertido en parte integrante del medio que nos rodea; me siento homogéneo á las hierbas flotantes, á la arena que se arrastra por el fondo, á la corriente que hace oscilar mi cuerpo; miro con extrañeza los árboles que se inclinan sobre el arroyo, los espacios del cielo azul que se ven por entre las ramas, y el escueto contorno de las montañas que distingo á lo lejos en el horizonte. ¿Es acaso real todo ese mundo exterior?

Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de chalet; pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente?

Se hace un largo silencio. Llegan cacareos de gallos y ladridos de perro. Yo siento como si hubieran pasado tres o cuatro horas en este ambiente de soledad, de aburrimiento, de inercia, de ausencia total de vida y de alegría. Miro el reloj; son las dos; ha transcurrido media hora. A lo lejos destaca el pueblo con sus techumbres negras y las manchas blancas de las fachadas.

Percibo o imagino qué percibo cuantos argumentos hay en pro y en contra, y ya me siento solicitado por unos, ya atraído por otros, en direcciones opuestas. En este asunto de las letras mal remuneradas me ocurre, mil veces más que en otros, tan lastimosa fluctuación.

Tus procederes con la señorita de La Treillade son, por dicha mía, bastante significativos; así, pues, recibe mi enhorabuena. Tía, ¡cuantísimo siento tener que desengañar a usted! Cierto es que la señorita de La Treillade me interesa... porque, a pesar de su extremada juventud, es una excelente actriz... pero, con franqueza, nunca me casaré con ella.

Siento que me estoy volviendo todo lo malo que es necesario. Después de muchos días de no ver a Elena, ayer la encontré en casa de la Marquesa de Oreve.

Yo también, como el pescador de la leyenda, veo la maravillosa sirena hacerme señas con el dedo, me siento atraído por su mirada que fascina y oigo resonar el eco de su canto pérfido y melodioso, «¡Ah! ven, ven conmigo y seremos felices.» A veces me siento envidioso del joven que cede al llamamiento de la sinuosa ondina, cuya flotante cabellera va á mezclarse con las del verde limo.

D. Salvador, en el insoportable tedio de esta soldadura, que a veces, cuando siento pasos, me parece que son ellos que van a entrar, y cuando suena voz de mujer, si es bronca y regañona, me parece la de mi hermana, si es dulce y apacible como la de la misma discreción, me parece la de Sola.