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Yo, Lucía, no podré llevarla a todas partes, porque ya he dejado de ser joven, y los cuidados del colegio me lo impiden; pero quiero que hagas mis veces, y ya lo sabes dijo con una ligera emoción en la voz dando un beso en la mejilla de Lucía , cuídamela. Que sientan que el que no pueda llegar hasta ti, no puede llegar hasta ella. Cuando haya una fiesta, llévala.

Se sientan pacíficamente al lado de una mesa, beben su indispensable cerveza, hablan, rien, cantan en coro, pero jamas disputan.

Razón tienen vms., dixo Candido; así me lo ha dicho mil veces el señor Panglós, y ya veo que todo está perfectísimo. Le ruegan que admita unos escudos; los toma, y quiere dar un vale; pero no se le quieren, y se sientan á la mesa. ¿No quiere vm. tiernamente?... , Señores, respondió Candido, con la mayor ternura quiero á la baronesita Cunegunda.

Además ¿no hay también horas menos ruidosas? Cuando Gertrudis dice: «Juan, ven a cantar», se sientan juiciosamente uno al lado del otro en el emparrado, o cuando se pasean lentamente a la orilla del riachuelo; y cuando Martín ha encendido su pipa y está dispuesto a escucharlos, sus voces resuenan claras y vibrantes en la sombra de la noche. Bien pronto llegan instantes de solemne encanto.

Ya : en los jardinillos: no me diga usted nada. El general Patiño, fiel a su naturaleza y a su tradición militar, se desplegó en guerrilla para atacar a la marquesa de Ujo, que tenía al lado. Marquesa, las perlas le sientan admirablemente.

El timón, de pala ancha, por ser poca la salida de aguas del barco según va dicho, y muy reforzado en todas sus partes, funciona con la caña horizontal desde la batería, debajo de la tolda. No tiene la Santa María más que una cubierta; entre ésta y la bodega va una serie de baos al aire, sobre los que en caso necesario á la comodidad ó á la carga se sientan tablones formando falso sollado.

Con cuánto amor se sientan al pié del venerable tronco, casi cadáver ya, los hijos de la multitud! Bello y poético culto tributado á la vida, cuatro veces secular! Cerca de la plazuela muestra su sombría cabeza la Torre-maldita, donde se guardaban los instrumentos de tortura, verdadera irrision de aquel árbol, símbolo de victoria y emancipacion.

A ellos debe y muy justamente su merecida representación en nuestro gran mundo. Con los apellidos de Rosalía ocurre lo que con los hombres del Evangelio: «Los últimos serán los primeros». Pero ello no quita para que los manes y cenizas de los primitivos Arregui y Pérez sientan cierto íntimo orgullo por su entronque con Cámpora y del Moral.

Mas también los artistas y literatos ayudan con su conducta al estado miserable en que se hallan. En España se ha entendido hasta ahora que el poeta o el artista es un ser mitad humano mitad angélico a quien no sientan bien los deberes y hábitos exigidos a los demás hombres. Todo hombre debe trabajar para ganarse el sustento; pues el literato no.

La mesa está lindamente aparejada; la cristalería es luciente y fina; el mantel es blanquísimo, y sobre su blancura resaltan los anchos ramos de flores bien olientes y la loba morada del obispo. Todos se sientan.