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Observa cómo saludan, cómo manejan el abanico, cómo dan el brazo, cómo se sientan a la mesa y ponen el abrigo. Hasta de la manera de dar limosna a un pobre tienes que hacer particular estudio. Date un buen curso de todas estas cosas para salir consumada maestra.

La primera función se celebra ante el Palacio Real, levantándose al efecto un tablado con su solio, bajo el cual se sientan SS. MM. El teatro se extiende al pie del trono. En torno del escenario se ven casitas con ruedas, de las cuales salen los actores, y á donde se retiran al finalizar cada escena.

No quiere tener nunca una cosa sin que yo tenga otra exactamente igual; desea que nos crean gemelas. Yo le digo que las personas van a considerar esto como una debilidad de mi parte imaginándome que me pondrá bonita el usar ropas que a ella le sientan bien. Porque yo soy fea, no cabe duda, tengo las facciones de la familia de mi padre. Pero a eso qué me importa, ¿y a vosotras?

Las indias hacen para unas como capas de algodon, tan sutíl como nuestros tejidos de seda, que llamamos Arras, ó Burschet, y las tejen con varias figuras de ciervos, avestruces, ovejas indias, ó las que mejor saben hacer. Si corre aire frio, duermen, ó se sientan en ellas dobladas, y tienen otros usos. Son hermosísimas, lascivas, y me parecieron muy blancas.

Las esmeraldas sientan bien a las linfáticas; pero usted es como la uva de Jerez, doradita por fuera y guardando en el corazón un licor que marea y embriaga. ¡Si dijera usted como una pasa! ¡Oh, no, marquesa! ¡oh, no!... Y el general rechazó con fuego la especie y empleó toda su elocuencia en desbaratarla como si tuviese delante un ejército enemigo.

La población de Triana se compone, en casi su totalidad, de obreros e industriales. Era el momento en que, llegados de sus faenas, se esparcen por las calles, charlan en grupos, se sientan delante de las casas, cantan y puntean la guitarra. La calle de San Jacinto tiene soportales feos y de sucia apariencia, donde hay tiendas, pobres también, para el gasto de los menestrales del barrio.

Hay visitas, por supuesto, y son de pelo de veras, con ropones de seda lila de cuartos blancos, y zapatos dorados: y se sientan sin doblarse, con los pies en el asiento: y la señora mayor, la que trae gorra color de oro, y está en el sofá, tiene su levantapiés, porque del sofá se resbala; y el levantapiés es una cajita de paja japonesa, puesta boca abajo: en un sillón blanco están sentadas juntas, con los brazos muy tiesos, dos hermanas de loza.

Bettina resiste, rehúsa, y, sin embargo, ¡qué tentación! Pero no, no irá, no verá a Juan hasta la noche para la explicación decisiva que viene preparando desde hace veinte días. Los niños salen con su aya, mientras Bettina, Zuzie y Richard se sientan en el parque, cerca del castillo.

Ojeda escuchaba con interés creciente estas palabras de su amigo. Los Césares modernos los visitan a bordo de sus yates y los sientan a sus mesas; poco falta para que los emperadores, al escribirles, les llamen «querido primo» como es de uso entre testas coronadas.

El que la familia sea una ley natural y que no podamos pasar sin ella me parece una de tantas afirmaciones gratuitas como sientan los metafísicos. No se apoya en ningún dato experimental. Entre los Bochimanos no existe la familia; entre algunos pueblos polinésicos tampoco... En cambio se encuentra algo semejante establecido entre ciertos monos ordinarios. Y desde luego entre los antropoides.