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Los grupos de la orilla no son ménos interesantes, ya por las maniobras de los bogas y sus vestidos singulares, ya por la ruidosa algazara que levantan saludando á la tripulacion del vapor que pasa rápidamente á la vista de esos pacíficos moradores de un huerto secular. Mompos es una ciudad interesante en todos sentidos.

Pero tened en cuenta que amo mucho á doña Clara Soldevilla, y que llevo vuestra palabra de que Quevedo no será preso. Y saludando al duque salió. El duque salió acompañándola y murmurando: Ese Quevedo debe de ser brujo.

Pero habíamos olvidado a la joven campesina, que nos había seguido y no estaba dispuesta a perder aquella ocasión de congraciarse con la Princesa y de ganar unas monedas de oro; así fue que apenas nos ocultamos, salió corriendo al camino y saludando, exclamó: ¡Señora, el Rey está allí, detrás de aquellas matas! ¿Quiere Vuestra Alteza que la guíe hasta él?

Mientras abría el ventanillo opuesto preparando una sonrisa como saludo á la nueva penitenta, Pepita fué á arrodillarse al lado de su madre. Comulgaron tras una breve espera, después de rezar su penitencia y salieron del templo, saludando con inclinaciones de cabeza á las amigas que aún estaban arrodilladas ante los confesonarios.

Estas largas esperas le proporcionaron inesperados encuentros con las alumnas elegantes que entraban y salían. ¡Desnoyers! exclamaban unas voces femeniles detrás de él . ¿No es Desnoyers?... Y se veía obligado á cortar la duda saludando á unas señoras que lo contemplaban como si fuese un aparecido.

Una de las guasas de aquellos mozalbetes consistía en presentarse los martes siempre vestidos de rigurosa etiqueta, en forma y actitud enteramente diversas del resto de la semana, haciendo profundas reverencias al entrar, saludando a todos con gran ceremonia y llamando a Ramoncita duquesa; a Joaquinita, condesa, y a Pepita, baronesa.

Tomó el sombrero y saludando al Jurado iba a retirarse, cuando el juez llamole: Si algo tiene que decir a Tennessee, haría usted mejor en comunicárselo ahora mismo. Los ojos del preso y los de su extraño abogado se encontraron aquella noche por primera vez. Tennessee mostró sus blancos dientes con franca sonrisa y diciendo: ¡Partida perdida, viejo! le tendió la mano con efusión.

Dicen que los peones de las salinas se están moviendo... Pasemos. ¿Quién es ese hombre que cruza el Altozano, apurado, mirando eternamente el reloj, con el sombrero alto a la nuca, delgado, moreno, con unos ojos brillantes como carbunclos, saludando a todo el mundo y por todos saludado con cariño?

Pepe, que te está saludando el señor Olóriz... Yo pensé que era una regla de buena educación contestar a los saludos que nos dirigen. Mujer, no le he visto manifestó Torres con dulzura.

Pero antes de alejarse sonó á sus espaldas una doble exclamación de asombro. ¡Ahí llega Fontenoy dijo la mujer , el gran protector de los Torrebianca! ¡Qué extraño verle en esta casa, que nunca quiere visitar, por miedo á que su dueña le pida luego un préstamo!... Algo extraordinario debe ocurrir. El ingeniero reconoció á Fontenoy en el grupo de gente elegante saludando á los Torrebianca.