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Las cursis, si eran bonitas ya no parecían cursis; ya no se pensaba en la reina del baile, en el mejor traje, en las joyas más ricas; la juventud buscaba a la juventud, algo de amor volaba por allí; ya había miradas de fuego, sonrisas perezosas que presentían imposibles, celos dramáticos que daban al conjunto un tono de grandeza.

Para los otros regimientos éramos gente mala, tal vez escapados de presidio. «¡Qué hambre sufrirías en tu casa me dijeron en el frente , cuando has venido aquí para poder comer!...» Y entre nosotros había estudiantes, periodistas, jóvenes de familias ricas, enganchados por entusiasmo... Pero no hablemos de esto.

Rafael, incorporándose, veía por detrás de la ermita toda la Ribera baja; la extensión de arrozales bajo la inundación artificial; ricas ciudades, Sueca y Cullera, asomando su blanco caserío sobre aquellas fecundas lagunas que recordaban los paisajes de la India; más allá la Albufera, el inmenso lago como una faja de estaño hirviendo bajo el sol; Valencia cual un lejano soplo de polvo, marcándose a ras del suelo sobre la sierra azul y esfumada; y en el fondo, sirviendo de límite a esta apoteosis de luz y color, el Mediterráneo; el golfo azul y temblón, guardado por el cabo de San Antonio y las montañas de Sagunto y Almenara que cortaban el horizonte con sus negras gibas como enormes cetáceos.

Aunque todo el país se ve completamente cultivado y bellísimo, y de trecho en trecho se ven ricas dehesas pobladas de rebaños, nada llama tanto la atencion en esa fertilísima comarca como los olivares, verdaderamente prodigiosos. Se andan leguas y leguas y la carretera cruza siempre por en medio de plantaciones de ese género que parecen infinitas.

No es ni mucho menos exceso retórico el haberle llamado "monstruo de naturaleza"; estamos en presencia de una de las figuras más ricas en facultades naturales que produjo jamás la estirpe humana: a sus más altas cimas, por ejemplo, a un Goethe, tendríamos que ir para encontrarle pareja.

Varias parientas ricas, que tenía doña Luz en Sevilla y en Madrid, la habían invitado a que se fuera a vivir con ellas: pero, o bien porque así fuese en verdad, o porque doña Luz lo sospechaba, las invitaciones habían sido más que de corazón por cumplimiento.

Era de ocho ninfas, repartidas en dos hileras: de la una hilera era guía el dios Cupido, y de la otra, el Interés; aquél, adornado de alas, arco, aljaba y saetas; éste, vestido de ricas y diversas colores de oro y seda.

Dejando muy luego el pueblecillo de Santiago, y atravesando bosques inmensos y el rio de Tucabaca, destinado probablemente á suministrar ricas minas de oro, llegué á Santo-Corazon, que es el punto mas oriental de los lugares habitados de la república. Santo-Corazon era efectivamente por aquella parte el extremo del mundo, pues que nadie podia entónces pasar mas adelante.

Chocolate crudo... ¡y poco que me gusta el chocolate crudo!... nueces... una cosa envuelta en un papel... ¿qué es? ¡Ah! ¡Madre de Dios!, un dulce.... ¡Dios Divino!, ¡pues a fe que me gusta poco el dulce! ¡Qué rico está! En mi casa no se ven nunca estas comidas ricas, Pablo. Nosotros no gastamos lujo en el comer. Verdad que no lo gastamos tampoco en el vestir. Total, no lo gastamos en nada.

Algunos de ellos, que casi eran unos niños, llevaban en el bolsillo el cuaderno de ingresos y gastos, apuntando hasta los cinco céntimos de un vaso de agua en una estación. Sólo se trataban con gentes ricas para aceptar sus obsequios, sin ocurrírseles jamás convidar a nadie.