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Nada le hacía más daño, en aquellos momentos, que el recuerdo cercano de la Adriana transfigurada por misteriosa luz de bondad, y no podía soportar la suposición de que la bondad le hubiese nacido con el amor a Julio. A éste le exigiría, y tal era el propósito de su fracasada visita, un esclarecimiento definitivo para sus tristes dudas.

Un día, al volver del pozo, tropezó contra la traviesa de una cerca, y el cántaro de barro, al caer con fuerza sobre las piedras de la bóveda de un foso, se rompió en tres pedazos. Silas los recogió y los llevó a su casa muy apesadumbrado. El cántaro ya no podía servir; sin embargo, armó los pedazos, y, como recuerdo, colocó aquella ruina en su sitio acostumbrado.

Vivía en Mâcón, frente a mi casa, y al ver la menor señal de turbación o de dolor en mi semblante, corría a mi lado a consolarme y compartir conmigo las penas. Al morir quería legarme toda su fortuna, pero yo no lo he consentido: únicamente, y como recuerdo de amistad, he consentido en admitir algo de lo que constituía su fortuna, que no era escasa.

Si estoy cerca de ella, la amo; si estoy lejos, la odio. A su vista, en su presencia, me enamora, me atrae, me rinde con suavidad, me pone un yugo dulcísimo. Su recuerdo me mata.

Consigno un recuerdo al lindo pueblo de Macuto, situado a un cuarto de hora de la Guayra, perdido entre árboles colosales, adormecido al rumor de un arroyo cristalino que baja de la montaña inmediata. Es un sitio de recreo, donde las familias de Caracas van a tomar baños, pero no tiene más atractivo que su belleza natural.

¿Comprendéis?... Hasta allí Sara vivió halagada secretamente por la admiración que sus aptitudes de artista inspiraron á «monseñor», y pensando: «El cree en mi talento y se acuerda de ». Pero el bondadoso anciano ya había muerto: cerráronse sus ojos á la luz, tinieblas perdurables invadieron su memoria, y de su cerebro huyó con la vida el recuerdo de Sara.

Esto no tiene vuelta; además, que aunque toda comparación es odiosa, y que es género de argumentación que no te agrada, según recuerdo cuando estudiabas, y yo paseaba por la Dialéctica, ello es cierto que siempre los necios... Calla, bárbaro...

Y prometiendo a su hijo que desde otro sitio vería mejor la llegada de las olas, lo puso en el suelo y le tomó una mano, alejándose después. «Buenas tardes, señoraQuedó desconcertado por esta fuga y experimentó al mismo tiempo cierta satisfacción. Ella no le había mirado con odio al marcharse. Sus ojos más bien eran de tristeza. Tenía miedo al recuerdo.

Con el entrecejo fruncido contemplaba la llanura. ¡Tumbas... siempre tumbas! El recuerdo de Julio había pasado á segundo término en su memoria. No podría resucitarle por más que llorase. La vista de los campos de muerte sólo le hacía pensar en los vivos. Volvió sus ojos á un lado y á otro, mientras sujetaba con ambas manos el revuelo de sus faldas, movidas por el viento.

Recuerdo y reconozco como mortales muchos pecados míos, pero confiando en la infinita misericordia de Dios, creo que me los perdona. Siento la contrición y yo misma me absuelvo. El remordimiento ya no me atosiga, pero hay un sentir poco cristiano, hay en mi ser un cruelísimo orgullo, que, más que todo remordimiento, atormenta y mata.