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Porque ante la teoría general, ante la ley profunda del treinta y cuarenta, los hechos aislados carecen de importancia. ¿Es que se va a destruir con 1.000 pesetas toda una filosofía? Oye, dame dos duros dice una voz femenina. Pídeselos a Marquet contesta una voz masculina. Es que ya ves lo que ha pasado. Ha quebrado la racha...

Por consiguiente, una considerable suma de pesetas vale más que los arrojos de Edgardo y que las bizarrías de D. Suero. Es evidente que el pobre, aunque puede amar, no puede expresar su amor de un modo tan claro y tan brillante como el rico. Así es que los ricos suelen ser más amados que los pobres, aun por las mujeres desinteresadas.

Vamos para arriba dijo el banquero alegremente, sin dejarle terminar su saludo . Su capitalito ha aumentado en un cincuenta por ciento. Tiene usted ya treinta mil pesetas. El hombre, pálido de emoción, se contenía para no arrojarse al cuello de don Ramón y comérselo a besos. ¡Gracias, muchas gracias! Es usted mi padre.

El coco podría ser la base de la riqueza de Marianas. Los rendimientos que producen al Estado las islas Marianas en todos sus conceptos ascienden á unas 17.000 pesetas. Los ingresos que se recaudan en las cajas de propios y arbitrios para atender á las perentorias necesidades locales, ascienden á la suma de 10 á 10.500 pesetas.

Era hombre afectuoso, trabajador y exacto en el cumplimiento de sus deberes. Por esto y por la buena amistad que con él mantenía solía encargarle de sus pequeños negocios, cobro de intereses, permutas de efectos, etc., con preferencia a otros demás posición y categoría. El asunto de que ahora se trataba era de alguna entidad, ventilándose una cantidad de treinta mil pesetas aproximadamente.

Además, pensó en que sería este sacrificio digno de la generosidad que con él tenía su hermano. Ya que no podía ayudarle con grandes auxilios de dinero, demostraría sus deseos de trabajar. Los escrúpulos de amor propio desvanecíanse en él ante la esperanza de llevar a casa un par de pesetas.

Se llama la señora A ti suspiramos, porque no resuella como no sea para lamentarse. Verdad es que ella está enferma, su marido es borracho, su padre ciego, y la casa, ¡qué puñales!, no está empedrada con pesetas...». Agustina dio un conmovedor suspiro, seguido de dos expectoraciones. Con esto anunciaba un relato sentidísimo de sus desgracias.

Proseguía: «En el establecimiento La Solidez, del conocido industrial Claudio Martínez, hay quinientas pesetas, ¡quinientas pesetas!, a la disposición de quien demuestre que alguna de las cremas conocidas en el mercado no están compuestas conforme a ninguna de las fórmulas anteriores, y otras quinientas, ¡mil!, a quien pruebe que la crema Zenitram no es distinta ni superior a las otras cremas.

Llera, a un mismo tiempo, era su secretario, su mayordomo general, el primer oficial de su oficina, el inspector de las obras que tenía en construcción y el agente de casi todos sus negocios. Por llevar a cabo este trabajo inconcebible, superior a las fuerzas de cuatro hombres medianamente laboriosos, le daba seis mil pesetas al año.

No, no le dejaremos, ¿verdad? insistió la santa . Mira, Manolo: Jacinta y yo pedimos ahora juntas. Aunque te vuelvas turco, ya te cayó que hacer. No, Jacinta no se mete en esos enredos dijo Moreno mirándola fijamente en los ojos. Vaya que me meto. El asilo es mío; lo he comprado. ¿?, pues si ha dado usted dos pesetas por él ha hecho un mal negocio.