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El clérigo se puso unas enormes gafas de plata, y con voz gangosa y lastimera exclamó: «¡Oh corazón! La muchedumbre repitió con solemne rumor: ¡Oh corazooón! amantísimo amantísimooo santísimo santísimooo y melifluo y melifluooo de mi divino Jesús de mi divino Jesús. Corazón corazooón lleno de llamas lleno de llamas de purísimo amor de purísimo amooor

22 y dirás: Así dijo el Señor DIOS: He aquí yo contra ti, oh Sidón, y en medio de ti seré glorificado; y sabrán que yo [soy] el SE

¡Madre! ¡Cuán dulce entre mis labios suenas, oh nombre idolatrado! ¡Cuántos recuerdos en mi mente agitas! Torcedor y consuelo de mis penas, de santa idolatría enajenado, he querido mil veces escribirte, y mil veces las letras he borrado.

Frente al balcón, vestido de rosas blancas, por donde en el Paraíso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y te saludan con una sonrisa, en la maravilla de tu virtud, ¡oh, mi ángel consolador; oh, mi esposa!

12 Ve, y clama estas palabras hacia el aquilón, y di: Vuélvete, oh rebelde Israel, dijo el SE

De este modo, , comprendo la confesión; pero a bordo, en medio de una tempestad, cuando únicamente a fuerza de brazos se puede escapar a una muerte inminente, cuando las olas se estrellan con furia contra la embarcación, cuando a cada momento se ve desaparecer una vela, cuando los palos se inclinan y crujen, cuando el oleaje se abate y muge sobre el puente, lo arrolla todo y arrastra hombres, vergas, botes... ¡oh! entonces la confesión es una práctica por lo menos fuera de uso y sin utilidad ninguna para virar en redondo o para largar una gavia.

1 Y dirás en aquel día: Cantaré a ti, oh SE

¡Oh! : para vivir, yo necesito lucha, esperanza, amor.

Yo soy el profesor de inglés en la Universidad Central de nuestra República. Edwin quedó silencioso ante esta revelación. Entonces, ¿estoy verdaderamente en Liliput? dijo al fin . ¿No es esto un sueño? La risa del profesor volvió á sonar con la misma vibración femenil, considerablemente agrandada por el portavoz. ¡Oh, Liliput! exclamó . ¿Quién se acuerda de ese nombre?

Puesto, pues, don Quijote en mitad del camino -como os he dicho-, hirió el aire con semejantes palabras: ¡Oh vosotros, pasajeros y viandantes, caballeros, escuderos, gente de a pie y de a caballo que por este camino pasáis, o habéis de pasar en estos dos días siguientes!