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Con las naves que a Messina últimamente habían arribado, de trescientas pasaron las de la Liga, en las cuales más de ochenta mil hombres iban, entre marineros, soldados y galeotes.
Y te espantas de pocas cosas : que sin este enamorado murciégalo , hay otros ochenta, para quien tiene repartidas las horas del día y de la noche. ¡Por vida del mundo dijo don Cleofás que la tenía por una santa!
Y así pasaba las tardes, inmóvil y silencioso, tomando mate tras mate, rodeado de familias que le contemplaban con admiración y miedo. Cada vez que subía á caballo para estas correrías, su hija mayor protestaba. «¡A los ochenta y cuatro años! ¿No era mejor que se quedase tranquilamente en casa? Cualquier día iban á lamentar una desgracia...» Y la desgracia vino.
Un día, contó el viejo Vargas que el chico de Esteven había sido nombrado oficial primero o segundo, con trescientos pesos, y como él no era más que auxiliar con ochenta y en su sección estaba aquél, resultaba que él, don Pablo Aquiles, empleado antiquísimo, quedaba bajo las órdenes de su flamante superior, Jacintito: felizmente, éste iba tarde o no iba nunca, y cuando iba, no hacía nada.
5 que venían unos hombres de Siquem, de Silo y de Samaria, ochenta hombres, raída la barba, y rotas las ropas, y arañados y traían en sus manos ofrenda y perfume para llevar a la Casa del SE
¿Por qué?... dijo Alain moviendo la cabeza con aire pensativo. 25 de julio. En el mes que acaba de pasar, he ganado una amiga y me he hecho, según creo, dos enemigas. Las enemigas son la señorita Margarita y la señorita Helouin. La amiga, es una señorita de ochenta y ocho años. Temo que no haya compensación en el cambio.
No fué, porque no pudo; porque los ochenta pesos de su sueldo no le alcanzaban para comer, pagar la casa... y las cuentas de Quilito, la esperanza y el orgullo de la familia. ¿Qué le diría el jefe al día siguiente? Iba a entrar en la oficina sin hacer ruido, tratando de no llamar la atención, y sin chistar se sentaría en su despacho y trabajaría hasta las seis, sin levantar cabeza.
Tú no sabes las cosas que yo veo al través de tus pupilas azules. Lo más hermoso que existe en la creación es azul: el cielo, el mar y tus ojos. ¿No has observado qué afición tengo al color azul desde que te quiero? Mira mi traje; mira mi corbata... El veintiocho; el tres; el cinco; el ochenta pelado, y revuelvo gritó Paco. Ya tengo terno dijo D.ª Feliciana.
A pesar de todo, desisto de averiguar, para no comprometerme, lo que hay de verdad y lo que hay de mentira en el cuento, y voy a referirle aquí como me le contó mi tocayo. Los fuertes muros y las ocho altas torres están hoy como en el día en que se edificaron. No falta ni una almena. Dentro de aquel recinto pueden alojarse bien doscientos peones y más de ochenta caballos.
Al primer cambio de tortilla, a la caída de Espartero, el nuevo ministerio amnistió a Rodil, devolviéndole su clase de capitán general y demás preeminencias. El marqués de Rodil no volvió desde entonces a tomar parte activa en la política española, y murió en 1861. Espartero murió en enero de 1879, de más de ochenta años de edad.
Palabra del Dia
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