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Véase, pues, de cuánto son y han sido capaces mis paisanas. Dios las bendiga a todas. Imposible parece que, siendo tan buenas, las descuiden y abandonen los pícaros hombres. Además de las peregrinaciones de que ya hemos hablado, las dejan para irse al casino, donde se pasan las horas muertas.

Tenía vehementes deseos de volver á la luz; el grito de aviso y mis compañeros me sacaron fuera del pozo, ayudados por , que ascendía apoyando mis pies en las sinuosidades de las rocas.

No pocas veces el ruido atronador de las aguas se ha mezclado con una oración murmurada por mis labios y un profundo suspiro arrancado de mi alma, dirigiendo la primera al cielo, y el segundo al tranquilo y lejano hogar que guarda mi cuna. Una de las veces que visité el Botocan, fuí acompañado de un amigo que tiene sus ribetes de ateo.

Una de mis piernas estaba enlazada por nudosos bejucos que traté en vano de romper. No se halla uno bastante libre en una agua profunda sobre un fondo viscoso, para desplegar todas sus fuerzas: estaba por otra parte medio ciego por el repulso continuo de la onda espumante. Además sentía que mi situación se hacía equívoca. Arrojé una mirada hacia la ribera.

»En aquel instante vi entrar a Pepe Guzmán en el saloncillo. Este rudo contraste acabó de desconcertar la máquina de mis nervios.

21 Y decían a Pilato los sumo sacerdotes de los judíos: No escribas, Rey de los Judíos; sino, que él dijo: YO SOY Rey de los Judíos. 22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito. 24 Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes.

El Monte-Blanco es el monarca de las montanas; esta coronado desde muchos siglos con una diadema de nieve sobre su trono de rocas. Esta revestido con un manto de nubes: los bosques forman su cenidor, tiene un avalange en sus manos como un rayo amenazador; pero espera mis ordenes para dejarlo caer en el valle.

Mi marido, después de todo, me ha hecho un servicio sin quererlo; me ha libertado de mis pañales, y aliviado de mis excesos de idealismo.

Allí murieron mis padres, dejándome en la cuna; allí el abuelo se durmió tranquilamente en el Señor; allí corrió mi vida regocijada y venturosa. ¡Con qué pena dejarían mis tías aquella casa, centro de todos sus afectos, relicario de los más dulces recuerdos! Me la imaginaba, y mis ojos se llenaban de lágrimas.

Concluyó por fin el banquete con vino blanco y bizcochos; y mientras el fraile y mis tíos se fueron á dormir la siesta y mis primas á vestirse para ir á vísperas, yo me largué al campo á tomar el aire, que buena falta me hacía.