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Tengo conmigo una llave maestra: puedo abrir; cierto es también que el tío Manolillo puede volver; no por qué me causa miedo ese hombre; pero bien, necesariamente ha de hacer ruido en la cerradura... y puedo muy bien escapar por la ventana, ganarle tiempo y perderme. Me importaba ver á Luisa; pero después de lo que he oído, me interesa más verla á ella. Ea, adelante.

Mauricia dijo con varonil entereza la monja, soltando una expresión de su tierra , déjese usted de chínchirri-máncharras, y obedezca. Ya sabe usted que no nos asusta con sus botaratadas. Aquí no tenemos miedo a ninguna tarasca. Por compasión y caridad no la echamos a la calle, ya lo sabe usted... Vamos, hija, pocas palabras y a hacer lo que se le manda.

A ver, hermana, si aprende usted pronto eso que le he dicho sobre la gracia eficaz. ¿Pero está preso? añadió Clara con más miedo. Preso, , y no lo soltarán tan pronto. Pero está usted inmutada ... Ya, le tiene compasión, y es natural. La compasión á los semejantes es una de las virtudes que más recomienda Tertuliano. Usted está pálida, hermana. Pero, ya: es efecto de la compasión. Voy á rezar.

Don Juan vuelve de nuevo a pasear, atento el oído hacía la puerta y fruncido el entrecejo por el enojo. Empieza a desconfiar. «¡No viene! ¿Qué ridículo miedo, qué recelo se le habrá metido en el alma? ¡Virtud de última horaTorna al balcón, apoya la cabeza en la vidriera, que se empaña con el vaho de su aliento, y exclama, hablando solo: ¡Gracias a Dios! ¡Allí está!

Me miras con demasiada tenacidad, sobrina, ¿me encuentras tal vez buen mozo? De ningún modo. Mi tío hizo una ligera mueca. Eso es franqueza, o yo no entiendo jota. ¿Y por qué estás tan pálida? Porque me muero de miedo, tío. Miedo, y ¿de qué? Marchamos tan rápidamente. ¡Es espantoso! Comprendo; es la primera vez que viajas. Tranquilízate, no hay ningún peligro. Y mi prima, tío, ¿está en el Pavol?

¿Pero no sabían allí cómo vives y de qué vives? ¿No pensaste que podían avergonzarte y...? Claro que lo sabían todo: ¡si rara vez viene alguno del pueblo que no se presente en mi casa a pedirme algo! Donde me ves, he hecho a mi lugar más favores que un diputado; casi me dan ganas de llamarle mi distrito. En cuanto a que me recibiesen mal, no había miedo.

Ya vives en tu Madrid, donde has hecho tantas picardías... ¡A saber si estarás engañándome con alguna, grandísimo ladrón! Después de estas explosiones de ira se apelotonaba contra él, humilde y tímida. Es porque tengo miedo de perderte, de que otra me quite a mi hombre. Quisiera asegurarte para siempre, tenerte atado de una patita como un jilguero.

Todas aquellas gentes debían saber que Fontenoy era el amante de la marquesa. Por otra parte, la quiebra de su Banco privaba al marido de los empleos que servían aparentemente para el sostenimiento de una vida lujosa. Comprendió ahora que su amigo tuviese miedo y vergüenza de ver á los que le rodeaban en su propia casa y permaneciese aislado en su biblioteca.

Quedé tan escarmentado de decir Poncio Pilato, y con tal miedo que, mandándome el día siguiente decir, como solía, las oraciones a los otros, llegando al Credo advierta vuestra merced la inocente malicia , al tiempo de decir: "Padeció so el poder de Poncio Pilato", acordándome que no había de decir más Pilato, dije: "Padeció so el poder de Poncio de Aguirre."

Al cabo de algún tiempo resuelve Enrico encaminarse á Nápoles para visitar á su padre. La justicia se apodera de él en esta ocasión, y lo encierran en una obscura cárcel. Los horrores de la prisión y la vida desastrosa de los presos, se describen con una verdad que infunde miedo.