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En efecto, como el árbol y el fruto en la simiente, los descubrimientos científicos, las máquinas y las invenciones que han elaborado las instituciones libres, la salud, la riqueza y el bienestar, estaban en el camino inaugurado por Euclides, Sócrates, Fídias, Aristóteles y Arquímedes, y no estaban en la senda en que trabajaron Zoroastro, Moisés, Confucio, Buda, Jesús y Mahoma, como que no han sido encontrados por sus respectivos secuaces o fieles, sino, por sus rebeldes, herejes o infieles a medias o a enteras, que, apartándose de esta vía, se echaron a andar por aquella.

Pero avergonzada de haber huído sin despedirse, la compañera de Soledad le gritó así que hubo pasado: ¡Y muchas gracias, caballero! No las merece respondió éste volviendo á medias la cabeza. Soledad examinó con curiosidad su figura recia y corpulenta, que se perdió al instante en las sombras. ¡No era tísico, no, aquel señorito!

Yo hube miedo que con aquellas diligencias no me topase con la llave, que debajo de las pajas tenía, y parescióme lo más seguro metella de noche en la boca. Porque ya, desde que viví con el ciego, la tenía tan hecha bolsa, que me acaesció tener en ella doce o quince maravedís, todo en medias blancas, sin que me estorbasen el comer.

Llevó a Jacinta a su cuarto de vestir y después de mostrarle el nacimiento, le dijo: «Aquí hay más contrabando. Mira. Esta mañana fui a las tiendas, y... aquí tienes: medias de color, un traje de punto, azul, a estilo inglés. Mira la gorra que dice Numancia. Este es un capricho que yo tenía. Estará saladísimo. Te juro que si no le veo con el letrero en la frente, voy a tener un disgusto».

Don Ramón no sabía la letra sino á medias, pero lo cantaba con el mismo entusiasmo que si la supiera. Sobre los cuales se apoyaba sin cesar hasta concluir el allegro. ¡Hola! D. Ramón, le dije un día desde la cama; parece que le gusta á V. Los Puritanos.

Mi prima rió mucho; pero mi tío me reprendió. Pretendió hacerme comprender que la razón debe ser el lastre de la cabeza humana; que sirve en todo tiempo, y que sin ella no se hace más que tonteras. Por ejemplo: se compra cuarenta y dos hombrecillos de terracota, en vez de proveerse de medias y camisas.

Hay dos géneros que, a mi corto entender, nos convienen: la novela histórica, que dejaremos a los escritores sabios, y la novela de costumbres, que es justamente la que nos peta a los medias cucharas como nosotros. Sea, pues; una novela de costumbres repuso la condesa. Es la novela por excelencia continuó Rafael , útil y agradable. Cada nación debería escribirse las suyas.

Calzaba medias azules y zapatillas de «cintos» negros y tenía echado sobre los hombros un gabanote obscuro, forrado de tartán de muchos colores. Nada de corbatín ni siquiera de cuello alto ni planchado.

Lo peor para él era que este exceso de cansancio insostenible sólo le permitía pagar á medias al insaciable ogro. Las consecuencias de su locura por el trabajo no se hicieron esperar.

Don Diego, como queda dicho, llevó á D. Fadrique á la ciudad. Tenía D. Fadrique trece años, pero estaba muy espigado. Como iba de visitas de ceremonia, lucía casaca y chupa de damasco encarnado con botones de acero bruñido, zapatos de hebilla y medias de seda blanca, de suerte que parecía un sol.