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Lloraba, hablaba, se revolcaba en la cama del querido niño, besando las almohadas, estrujando las sábanas: que fueran a buscarle, que se le trajeran, pronto, pronto, pronto... Don Pablo, ahogado, ensayaba calmarla: no debían interpretar así el papel, porque era muy natural que Quilito pidiera a su padre y a su tía por escrito, el perdón que no se atrevía a pedir de viva voz; decía simplezas como ésta, tartamudeando, y después de vano esfuerzo, concluyó por llorar él también, abrazado a los hierros del lecho.

Entonces un ángel descendió del Cielo y le dijo: Que tu deseo sea satisfecho. Y el hombre fue rico, y reposaba en blando lecho, provisto 10 de cortinas de seda roja. Pero he aquí que el Rey de aquel país llega en su magnífica carroza, precedido y seguido de lujosos caballeros y rodeado de servidores que sostienen una sombrilla de oro sobre su cabeza.

Camino: en tiempo de secos se puede recorrer el trayecto que media entre el barrio de Manticao y la montaña llamada Balagonon, á caballo, cuyo trayecto medirá unas 2 leguas por el lecho del río llamado Naauan; en la estación de aguas se puede hacer este camino en carabao.

Supongo que me llevaron al lecho, donde pasé muchas horas de las que nunca conservé el menor recuerdo. Era de noche cuando recobré el conocimiento y vi a Tarlein a mi lado.

El sol abandonaba la mar espumosa y ascendía por la bóveda del firmamento cuando Velázquez despertó de su sueño. Iba á llamar á Soledad para que le trajese una camisa, pero recordó súbito lo que había pasado y sintió un leve vuelco en el corazón. Alzóse del lecho y se vistió lentamente malhumorado y taciturno.

Lázaro se retiró, empujado por ella precipitadamente. Entró corriendo en su cuarto antes que Coletilla llegara, y arrojándose en el lecho, fingió que dormía. El fanático entró poco después y se acostó murmurando. Cuando apagó la luz, Lázaro se incorporó en su lecho con mucha cautela, y asomándose por una ventana que daba al corredor, miró hacia afuera.

Yo las desde mi lecho infantil, donde manos maternales me habían confinado contra mi voluntad desde bien temprano. Las y mi corazón quedó traspasado de dolor porque he nacido en Entralgo, vergel precioso que dos ríos fecundan. Las lágrimas saltaron de mis ojos y mordía las sábanas con rabia, ansiando llegar á hombre para vengar la afrenta de los míos.

La Aurora dejaba el lecho del bello Titón para esclarecer el frondoso valle de Laviana cuando Regalado dejó el de su esposa D.ª Robustiana, la más noble de las mujeres. Inmediatamente anuncia su propósito de marchar á Langreo, donde tiene que perseguir algunos deudores morosos de su principal.

Como el pobre niño se hallara en aquel momento amodorrado, pudo Don Francisco observarle con relativa calma, pues cuando deliraba y quería echarse del lecho, revolviendo en torno los espantados ojos, el padre no tenía valor para presenciar tan doloroso espectáculo y huía de la alcoba trémulo y despavorido.

La pecadora descansa de noche en su lecho, atormentada por sus sombríos pensamientos; detrás de la escena resuena cántico confuso y sobrenatural, que pinta lo pasajero de todas las cosas terrestres, presentándose una sombra con barba y largos cabellos blancos, trayendo un féretro en la mano, una corona y un cetro en la otra y un azadón al hombro.