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Pasaba del resplandor de la chimenea a los rincones de sombra, preocupada con estas rebuscas, mostrando, en su impúdica distracción, al agacharse y erguirse, las más recónditas intimidades. Cada vez que tornaba al círculo de luz, una nueva prenda cubría su cuerpo. Fernando la seguía con su vista desde el fondo del lecho, iluminada inferiormente de rojo y con el busto perdido en la penumbra.

Amaury se había prestado a ello y le llevaba del jardín al lecho las flores que ella quería. ¡Papá! exclamó al ver al doctor. ¡No puede usted imaginarse cuánto le agradezco la sorpresa que Amaury, con el permiso de usted, me ha dado al devolverme el aire y las flores!

Todo el cuerpo del rey, donde la hinchazón de los tumores no le deformaba, era sólo huesos y piel cubierta de llagas. Los tumores se vaciaban por varias abiertas bocas que arrojaban pus hediondo. El muladar de Job había sido más limpio que el lecho inmundo del señor absoluto del mayor imperio que hasta entonces había habido sobre la tierra.

Esta noche, el dolor de mi triunfo te asesina. ¡Muérete, muérete, miserableDígase, en honor de la verdad, que en aquellos mismos instantes, Belarmino, el reptil, practicaba peregrinos arpegios con su silbo, pero era en el lecho, durmiendo y roncando a pierna suelta, a par de Xuantipa, y soñando que sostenía un coloquio exquisito, sentados entrambos sobre las nubes, con Meo de Clerode, el distinguido filósofo de Kenisberga.

Contigua á la alcoba del padre estaba la de los hijos, y en ésta el lecho de Valentín, que pasó la noche inquietísimo, sofocado, echando lumbre de su piel, los ojos atónitos y chispeantes, el habla insegura, las ideas desenhebradas, como cuentas de un rosario cuyo hilo se rompe.

Yo estaba despierto; el sueño huía ante los negros pensamientos que me dominaban. No obstante, a media noche sentí nublarse mis ojos y aletargarse mi cabeza que después de luchar un instante con el sueño dejé caer sobre el borde del lecho de mi amada.

En lo tocante á la certeza, conviene no perder de vista la observacion que precede: hacerse demasiado exclusivo, es colocarse al borde del error. Analícense enhorabuena las fuentes de verdad; pero al mirarlas por separado, no se pierda de vista el conjunto. Concebir de antemano un sistema, y querer sujetarlo todo á sus exigencias, es poner la verdad en el lecho de Procusto.

Luego, abatida por este esfuerzo, se desplomó en su lecho, diciendo con apagado acento: ¡Dios mío! No permita Tu bondad que nunca sepa que cuando he visto a mi prima he sentido deseos de que ella muriese también conmigo. El ministro del Señor, acompañado de su séquito, salió de la estancia. Reinó en ésta un silencio que nadie se atrevía a interrumpir.

Rodaban automóviles ante el pabellón entre gritos de mando. Debía ser el convoy sanitario que evacuaba el castillo. Luego, cerca del amanecer, un estrépito de caballos, de máquinas rodantes, pasó la verja, haciendo temblar el suelo. Media hora después sonó el trote humano de una multitud que marchaba aceleradamente, perdiéndose en las profundidades del parque. Amanecía cuando saltó del lecho.

Adios, sueño querido, que me halagó un instante Cuando soñé demente que un corazon amante Latia sobre el mio con férvido afanar, Adios, visiones vagas que atormentais mi pecho ¡Oh no volvais ya nunca á visitar mi lecho, Que aunque soñar es dulce, muy triste es despertar!