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¡Adiós, amigo, adiós! ¿y ya sabe, eh? cualquier cosa... , señor; pero no habrá necesidad de nada, ¡si llevamos provisiones para cien años! repuso Melchor con su jovialidad habitual. Y bajó la escalera, enviando todavía un ¡adiós! a todos, entre los que dejaba una vez más el alivio moral que su carácter generoso y bueno derramaba en los espíritus atribulados o enfermos.

Entonces toma la actitud que le es habitual cuando canta; cruza las manos sobre las rodillas y fija la vista a lo lejos, en dirección al palomar. ¡Qué vamos a cantar? pregunta. «¡Ay! ¿cómo es posible eso?...» propone Juan. Ella menea la cabeza. Nada que hable de amor dice con sequedad. ¡Es siempre tan estúpido! El le dirige una mirada sorprendida.

Si es una obra para casar a las muchachas en busca de marido, cuente usted conmigo. Todas nos echamos a reír al instalarnos junto al grupo serio. ¿Está usted tan descontenta de su suerte? preguntó la Fontane con su amabilidad habitual. Murmurar o quejarse dijo sentenciosamente la Roubinet, es oponerse a las leyes universales...

Su expresión habitual era soñadora y triste: algunas veces tenía un modo de dirigir una mirada ligera, de soslayo, sobre alguna persona que no le observaba a él, y, con una mirada tranquila y fija, parecía que mentalmente estaba midiendo el calibre de la persona que estaba ajena de ello. ¡Qué ojos tan tremendos tiene el señor Poe! me dijo una señora.

La vida tiene otras exigencias. Es posible el sacrificio como algo momentáneo, heroico, que sólo puede durar poco tiempo: ¡pero el sacrificio por toda una existencia!... Recuerda, Teri, tu frase habitual: «La vida es la vida». Hay que darla lo que es suyo.

La cordobesa mira con desdén todo esto, o bien porque le es habitual y no le da precio, o bien por su espiritualismo delicado. Sin embargo, algunas señoras ricas se esmeran en cuidar frutas y en aclimatar otras poco comunes hasta ahora en aquellas regiones, como la fresa y la frambuesa.

Don Juan Príncipe se dirigía a través de los arrabales del pueblo hacia el hotel, mientras el tren de la tarde lanzaba en un silbido su habitual e indignada protesta al tener que pararse en Génova.

Pues bien respondió la de Ribert, que comprendió que no era el momento de insistir, espere usted, la cosa no corre prisa... Si Dios quiere que usted se case, él sabrá enviarle el marido que la convenga. , añadió Genoveva. Hablemos de las solteronas... Eso distraerá a Magdalena. Pronto recobró mi alegría su vivacidad habitual.

¿Quién se resiste a una sorpresa de esa especie? ¿Quién quiere parecer vano? No es eso, sino que... Pues si no es eso me interrumpe, te espero a las dos; en casa se come a la española, temprano. Irá mucha gente; tendremos al famoso X., que nos improvisará de lo lindo; T. nos cantará de sobremesa una rondeña con su gracia habitual; y por la noche, J. cantará y tocará alguna cosilla.

El zaino salió en su estilo habitual, marchando tras de Ricardo, que se había adelantado bastante, en «su» malacara; pero Melchor advirtió que Lorenzo permanecía en la caballeriza, y se detuvo a decirle en voz alta: ¿Continúa el interrogatorio? No... ché... ¿Y qué haces ahí?... ¡Ven! ¡Es que este caballo no anda!.... Castíguelo sin recelo, don Lorenzo le dijo Baldomero, es medio remolón al salir.