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Montifiori le había traído a todos sus camaradas del gran mundo; dos o tres diplomáticos, aves de paso, chismosos y murmuradores, como todas las mediocridades del género; uno o dos banqueros; no faltaba nunca algún personaje político de más o menos importancia, ni un grupo de muchachos alegres y calaveras, que solían comer allí y alegrar la tertulia de Blanca, en la que Fernanda gozaba de una influencia suprema.

Este no se había fijado y continuaba su camino pensativo, cuando la lavandera, con voz chillona le interpeló atrevidamente: Buenas tardes, señor Delaberge, pasa usted muy distraído... Extrañado, se detuvo un punto y fijó sus ojos en aquella mujer que sabía su nombre y cuyo rostro no despertaba en él ningún recuerdo.

Entre los antiguos montes que forman parte de las sierras y de los sistemas que se llaman columnas vertebrales de los continentes, hay muchos que están compuestos de rocas semejantes á las lavas actuales y tienen igual composición química. Como estas lavas, el pórfido y otros minerales han salido de la tierra por hendiduras y se han esparcido por el suelo, semejantes á una materia viscosa que se coagulase pronto al contacto del aire; la mayor parte de las rocas graníticas parecen haberse formado del mismo modo. Son cristalinas como las lavas, y sus cristales tienen por elementos los mismos cuerpos simples, el silicio y el aluminio. Razonable es pensar que estos granitos han sido también masa pastosa y que sus surtidores incandescentes han brotado de grietas del terreno. De todos modos, éso es una hipótesis en discusión y no una verdad demostrada. Así como las lavas que brotan del suelo levantan á veces pedazos de terreno con sus bosques ó sus praderas, pensamos que del mismo modo la erupción de los granitos ú otras rocas semejantes ha sido la causa más frecuente del levantamiento de hiladas de diversas formaciones que constituyen la parte más considerable de las montañas. Estratos calcáreos, de arena, de arcilla, que aguas de mares ó lagos habían depositado antes en capas paralelas en el fondo de sus cauces y que se habían convertido así en la película exterior de la tierra, habrán sido plegadas y enderezadas por la masa que se elevaba desde las profundidades y que buscaba una salida. Aquí la ola creciente del granito había roto las hiladas superiores en islas y en islotes que, dislocados, hendidos, arrugados en caprichosos pliegos se han esparcido por las depresiones y los rebordes de la roca levantadora; allí, el granito habrá abierto en el suelo una sola grieta de salida, replegando á un lado y otro las hiladas exteriores, según diversos ángulos de inclinación; acullá, el granito, sin conseguir romperla, ha abollado las capas superiores.

Paseó la plaza, y, llegando donde las dueñas estaban, se puso algún tanto a mirar a la que por esposo le pedía. Llamó el maese de campo a don Quijote, que ya se había presentado en la plaza, y junto con Tosilos habló a las dueñas, preguntándoles si consentían que volviese por su derecho don Quijote de la Mancha.

Venturita se había resistido un poco; mas al ver el empeño que su hermana ponía, consintió en ello. Cecilia emprendió con tanto afán la obra, que le faltaba tiempo para comer y dormir. Algunas veces, cuando su cuñado le instaba a salir, le respondía: Mira, hoy déjame trabajar. Hace tres días que apenas coso nada.

Como sucedía en muchos otros casos, había que pasar por el dormitorio principal para poder entrar en la pieza secreta, y cuando los soldados penetraron en el primero para inspeccionarlo, sus sospechas se despertaron. Por lo tanto, decidieron quedarse allí a pasar la noche.

Temblaba por esa frágil existencia: ¿acaso no había nacido de su seno?

Sólo que aquellos ladrones obraban de frente, a pecho descubierto, eran bravos y generosos, o, lo que es lo mismo, nobles; y estos otros ladrones son cobardes, traicioneros, alevosos, miserables, taimados, bellacos, amigos de la encrucijada y la asechanzaComo la duquesa se había acalorado, cuando calló nadie se atrevía a hablar.

Quintanar le había pedido a Paco un batín para reemplazar la levita de tricot que se le enredaba en las piernas. El batín le venía ancho y corto. Era de alpaca muy clara. El Magistral se encontró en la escalera con Visitación y Quintanar que buscaban por los rincones la petaca del ex-regente que Edelmira y Paco habían escondido.

Uno de sus admiradores, antiguo juez aficionado á las disquisiciones filosóficas, había hecho su diagnóstico. Tiene la enfermedad de muchos grandes hombres. Su peor enemigo es «la loca de la casa». Este era el apodo que el filósofo Malebranche había dado á la imaginación.