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Junto a ella se hallaba su marido, un alto bohemio, vestido de levita, con una mejilla hinchada a causa del dolor de muelas, que la acompañaba con la guitarra.

Condesa dijo el duque , el príncipe desea oír algunas canciones españolas, que le han celebrado mucho. María sobresale en este género. ¿Queréis proporcionarle una guitarra? Con mucho gusto respondió la condesa. Al punto fue satisfecho su deseo. Rafael se había colocado junto a Rita, habiendo instalado al mayor al lado de Eloísa.

La resistencia fue de corta duración, y, por fin, salió un grupo de jóvenes escoltado por el amo y sus huéspedes. Los que quedaron en la gañanía comenzaron a buscar por los rincones una guitarra. ¡Buena se presentaba la noche! Al salir el amo, había dicho al aperador que enviase a aquella gente todo el vino que pidiera. ¡Oh, qué don Luis!...

Sabido es, por otra parte, que la guitarra es el instrumento popular de los españoles y que es común en América. En Buenos Aires, sobre todo, está todavía muy vivo el tipo popular español, el majo. Descúbresele en el compadrito de la ciudad y en el gaucho de la campaña. El jaleo español vive en el cielito; los dedos sirven de castañuelas.

Y pasaron los años cual todo pasa, y aquel amor inmenso que escondido llevo en el alma, parece que despierta con nueva llama cuando escucho las vagas armonías de la guitarra. Y la voz engañosa de aquella ingrata, y el murmullo del mar, que se dormia sobre la playa, y la emocion inmensa que me agitaba, todo me lo recuerdan los acordes de la guitarra. ¡Oh!

Pero luego se olvidaba con la conversación. Doña Pepita dijo que su hija había tenido el capricho de aprender la guitarra é incitó a Rosita para que cantara. , canta dijeron las demás muchachas. , cante usted añadió Zalacaín.

Perdió el gusto de las francachelas en Puerta de Tierra, de la conversación, de la guitarra y las cañas y hasta de salir á la calle. Se hizo melancólico, taciturno, indolente: en sus miradas no brillaba aquella chispa de arrogancia que le daba ascendiente entre los hombres; de su boca no fluían las palabras chistosas y libres con que sometía á las mujeres.

El cura dijo una misa por el alma de María. Ramón Pérez ató un lazo negro a su guitarra. Rosa Mística dijo a don Modesto: ¡Dios la haya perdonado! Bien dije yo que acabaría mal. Usted recordará que por más que procuraba yo guiarla a la derecha, ella siempre tiraba a la izquierda.

Se oía la voz del organillero pidiendo a gritos que «le echasen algo» de los balcones. Cuando callaba el piano venía de lejos un runruneo de guitarra con choque de castañuelas y férreo retintín de triángulo.

Si en lo moral se distingue por las fuertes pasiones, el sentimiento artístico, el humor pendenciero, y el gusto por la algazara, el baile frenético, la guitarra, la cancion bélico-amorosa y las alegres libaciones, en sus hábitos exteriores tiene todo lo pintoresco de los pueblos apasionados.