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Y el labriego, insensible á las melosidades gitanas, encerrado en mismo, pensativo é incierto, miraba al suelo, miraba á la bestia, se rascaba el cogote, y acababa diciendo con energía de testarudo: Bueno; pues no done mes . Bueno; pues no doy más.

Despidiéronse las gitanas, y al irse dijo Preciosa a don Juan: Mire, señor: cualquiera día desta semana es próspero para partidas, y ninguno es aciago; apresure el irse lo más presto que pudiere; que le aguarda una vida ancha, libre y muy gustosa, si quiere acomodarse a ella.

La Teodora, a la caída de la tarde, miraba a la ventana, indicando a su nuera que se asomase. Sicobelate a la parlacha y veas si tu marío está por ahí. Se iban las gitanas, pero al verse solo Maltrana con Feli, aumentaba su tristeza, como si viese con más claridad lo pavoroso de su situación. Ya había llegado la época tan esperada por él.

Delante, marchaba el ataúd en hombros de los mineros, escoltado por mujeres que daban alaridos y se mesaban el pelo con desesperación de gitanas, y detrás don Facundo, montado en su burra, con sobrepelliz y bonete, seguido á pie por el sacristán, al que llamaba su «corneta de órdenes», siempre cantando, pues los parientes ponían reparos á la hora de pagar si cantaba poco, repitiendo automáticamente los versículos del oficio de difuntos, al mismo tiempo que se daba el compás esgrimiendo sobre su cabeza la vara de fresno con que arreaba á la cabalgadura.

Era profesión, que públicamente la practicaban no pocos embusteros, á ciencia y paciencia de los médicos de entonces, que no se quejaron, que sepamos, de sus trapacerías y engaños, las cuales pueden ponerse al nivel de la buena ventura de nuestras gitanas.

Más de docientas personas estaban mirando el baile y escuchando el canto de las gitanas, y en la fuga dél acertó a pasar por allí uno de los tinientes de la villa, y viendo tanta gente junta, preguntó qué era, y fuéle respondido que estaban escuchando a la Gitanilla hermosa, que cantaba.

La enferma tenía en la frente una contusión que denunciaba su caída al suelo. Las gitanas, advertidas por una vecina, habían corrido en su auxilio. La Teodora fruncía el ceño al hablar al joven... Don Isidro, la pobre «señorita» estaba muy enferma. Estos ataques iban a repetirse con frecuencia. Eran cosas del embarazo, que se presentaba muy mal.

Según su cuenta, faltaba un mes para que Feli llegase al parto, pero este mes era de grandes peligros. No tenían dinero para pagar a un médico; allí faltaba todo. El tenía que salir a ganarse el pan, ellas podían hacer un favor de vez en cuando, como buenas cristianas que eran, aunque gitanas; pero esto no era posible a todas horas, pues sus casas y familias también exigían cuidados.

No estuvo en dos dedos de caerse muerta la Carducha con la aceda respuesta de Andrés, a quien replicara si no viera que entraban en el corral otras gitanas. Salióse corrida y asendereada, y de buena gana se vengara si pudiera.

Si las primeras calles de Triana que avecinan al puerto tienen la estructura general de las de la ciudad, al avanzar hacia el interior de ese arrabal se encuentra el aspecto complejo de la vieja España y de las poblaciones gitanas. Triana es la residencia de todos los gitanos de Sevilla, cuya suerte se parece bastante á la de los judíos en Roma, en Praga y otras ciudades europeas.