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Y cuando hubo dado dos o tres pasos, sin volverse dijo: ¡Y que aproveche! La esposa de Montesinos levantó la cabeza y clavó en el P. Gil una mirada de estupor y curiosidad. ¿Qué es eso? El sacerdote, rojo de vergüenza y de indignación, alzó los hombros en señal de ignorancia y echó a andar hacia el caserón de Montesinos.

El autor describía pintorescamente algunas comarcas desconocidas y ciertos fenómenos de la mar muy curiosos. La instrucción del P. Gil en las ciencias naturales era limitadísima. En el seminario de Lancia ocupaban éstas un lugar muy secundario: apenas si se les exigía a los alumnos algunas nociones insignificantes de física, química e historia natural.

Arrima una noche á la ventana una escala, y quiere penetrar en su habitación á tiempo que se presenta un piadoso ermitaño, llamado Don Gil, y lo disuade con sus vehementes exhortaciones de su indigno propósito.

El P. Gil ni creyó bueno el despertarle para despedirse, ni se atrevió a marcharse sin hacerlo. En esta incertidumbre, se puso a hojear algunos libros que andaban esparcidos sobre la mesa. Tropezaron sus ojos con uno de geografía, y leyó distraídamente algunos párrafos. Al cabo la lectura logró interesarle.

Esta queja en efecto elevaron al rey D. Fernando IV en las córtes de Valladolid la mayor parte de los obispos y cabildos de todos los reinos, y en vista de tan justa y debida representacion, mandó el rey librarles la carta que trae Gomez Bravo en su Catálogo de los obispos de Córdoba, cap. VI, lib. 3.º El obispo D. Gil.

Ella se esforzó en sonreír y respondió: Usted es un hombre dichoso; todo le sale bien. Menos el amor. ¡Paciencia! No se puede tener mucha a mi edad. ¿Por qué? Porque no hay tiempo que perder. ¿Quién es ese viejo Gil que le trae las cartas? ¿un correo? No; es un ayuda de cámara que pide un substituto. La señora de Villanera encarga a la duquesa que le busque un buen criado.

Le Grand, por cuya influencia otorgó el Rey la mitra de Burdeos, que pretendía Antonio Pérez. Ex.^mo Señor. Perdone V. Ex.^a el atreuimiento del presente. Que si el mismo tuuiera sentido, de verguença no llegara a su presencia. Pues del señor Gil de Mesa, yo creo, que por lo mismo quisiera auer llevado puesta vna máscara.

El precio pedido ascendía á más del doble de la suma, que traían aquéllos; pero gracias á los esfuerzos del P. Gil, que con dinero prestado aumentó la suma y acalló algún tanto las pretensiones de Hassán, pudo Cervantes conseguir su libertad en 19 de septiembre de 1580. Antes de regresar á España, quiso desvanecer varias calumnias de que había sido víctima.

No cabe la menor duda de que Gil Vicente escribió no escasa parte de sus obras en español, y aun que se propusiese principalmente con esto agradar á la princesa Beatriz, que era española, hay razones para sospechar que penetraron también en el país, en cuya lengua estaban escritas.

En la cubierta se lee: «Saquéla en 12 de abril de 1628 añosSegunda parte del gran Cardenal de España, Don Gil de Albornoz. La burgalesa de Lerma, con la fecha de Madrid 30 de noviembre de 1613. El caballero de Olmedo, del año de 1606, y licencia para la representación de 1607. Amar por burla. El valor de Fernandico. El poder del discreto. Antonio Roca ó la muerte más venturosa.