United States or Burkina Faso ? Vote for the TOP Country of the Week !


Estos cordones, que apretaban el calzón por debajo de la rodilla, congestionando la pierna con un vigor artificial, se llamaban los «machos». Gallardo recomendó a su criado que apretase sin miedo, hinchando al mismo tiempo los músculos de sus piernas. Esta operación era una de las más importantes.

Al volver a su casa para descansar durante el resto del año, sentía Gallardo la satisfacción del poderoso que, olvidando honores, se entrega a la vida ordinaria. Dormía hasta muy tarde, libre de horarios de trenes, sin emoción alguna al pensar en los toros. ¡Nada que hacer aquel día, ni al otro, ni al otro! Todos sus viajes llegarían hasta la calle de las Sierpes o la plaza de San Fernando.

Gallardo, ofendido por el mal gesto del cuñado, no se había atrevido a pisar su tienda, situada en las afueras de la Macarena, ni a apearle el ceremonioso usted cuando de tarde en tarde le encontraba en casa de la señora Angustias. Voy a ver cómo corren a naranjazos al sinvergüenza de tu hermano había dicho a su mujer al ir a la plaza.

Cuando salió el segundo toro, todavía Gallardo, apoyado en la barrera, recibía felicitaciones de sus admiradores. ¡Qué coraje el de aquel chico... «cuando quería»!... La plaza entera le había aplaudido en el primer toro, olvidando sus enfados de las corridas anteriores.

El templo de la Gloria, que se levanta gallardo sobre la altura Sendling, es de estilo dórico: contiene doscientos bustos de celebridades nacionales. Delante del edificio se admira una colosal y grandiosa estatua de bronce. El rio Isar corre cerca de Munich, y alegra y fertiliza su campiña.

Arriba encontró su habitación llena de amigos, señores que le tuteaban, e imitando el habla rústica de la gente del campo, pastores y ganaderos, le decían golpeándole los hombros: Has estao mu güeno... ¡Pero mu güeno! Gallardo se libró de esta acogida entusiasta saliéndose al corredor con Garabato. Ve a poner el telegrama a casa. Ya lo sabes: «Sin noveáGarabato se excusó.

Gallardo levantó la cabeza nerviosamente, como si no se hubiese percatado hasta entonces de la presencia de su criado. Guardó la carta en el bolsillo y aproximose con cierta pereza hacia el fondo del cuarto, como si quisiera retardar el momento de vestirse. ¿Está too?... Pero de pronto, su cara pálida se coloreó con un gesto violento.

Ahora va a venir ese insigne bibliotecario de las Cortes dijo uno y nos acabará de leer su obra. Ya veo cómo tiemblan los frailes panzudos y los rollizos canónigos. Yo he dicho que debe grabarse letra por letra con oro y plata en las esquinas de las calles. ¡Aquí está, aquí está el insigne Gallardo!

El diestro avanzó trabajosamente entre los grupos. Su nombre pasaba de boca en boca con exclamaciones de entusiasmo. ¡Gallardo!... ¡Ya está ahí el Gallardo! ¡Olé! ¡Viva España! Y él, entregado por completo al culto del público, avanzaba contoneándose, sereno cual un dios, alegre y satisfecho, como si asistiese a una fiesta en su honor.

En las obras de este insigne fundador de la literatura de costumbres en España, en las de Larra, Miñano, Gallardo, Quintana, etc., y aun en las comedias, sainetes o articulillos de escritores oscuros, así como en diferentes periódicos no políticos, sin excluir los de modas, he allegado elementos indirectos para sortear las dificultades de empresa tan ruda.