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Pasó repentinamente de la atmósfera tibia de su casa al fresco de la calle, de la existencia dulce y tranquila que el amoroso cuidado de su madre le hacía observar, a la desarreglada y trashumante de las fondas. El exceso de libertad le hizo daño. Su naturaleza había cambiado bastante desde los diez y seis años.

Pero te deseo buena suerte, y te recomiendo que no tengas entrañas, si quieres defenderte de la miseria. ¡Duro en ellas! Por lo que vale doce, cobra cuarenta, y así con el exceso de las que paguen cubres la falta de las que no te den un cuarto... ¡Ay qué gracia!...».

Fisgando interrumpí ; pero a instancias del mozo, y sin presumir de qué se trataba. ¿Qué importa? Digo que si entonces me hubiera retirado, creería usted que yo era un cura sinvergüenza y falsario. Yo no podía dejarle ir sin ofrecerle alguna explicación. Yo era el que debía.... Usted, ¿por qué? Usted, a lo sumo, incurría en un exceso de curiosidad.

Guiomar, como si hubiera asido con ambas manos la herida abierta en su pecho por tanto dolor, pareció escurrir fuera de el exceso de aquella sangre culpable, cuyos ardores habían mancillado su honra. Enfermiza palidez enmascaró su rostro. Sus manos tomaron impresionante blancura entre sus vestidos de luto; y su alma se inclinó toda entera hacia el rayo de luz de la esperanza divina.

Mientras él enseñaba los gigantones a criadas, soldados de la Academia y parditos del campo, la sobrina de Luna ayudaba a remendar la ropa a aquella pobre mujer abrumada por la miseria y el exceso de hijos. Cuando el maestro de capilla y el Vara de palo bajaron al coro, Gabriel salió al claustro.

Todavía no sabéis vivir en España los hombres del «gran mundo»; tomáis ciertas cosas demasiado a pechos, y hay en vosotros exceso de rutina. Te equivocas; nosotros sabríamos vivir al pelo, como los más listos de allá fuera; lo que hay es que nos falta teatro para tantos vicios como tenemos.

Lo ignoraba todo en mi suerte; mi infortunio era para un enigma indescifrable. Por muy grandes que hubiesen sido mis faltas no bastaban para justificar el exceso de mi miseria. ¡Establecer responsabilidades! ¿Cómo hacerlo en la oscuridad de mi espíritu? Lea Peralli muerta; ¿por qué? ¿Cómo y á manos de quién?

El dolor de Julia, el mío, lo largo de la ceremonia, la vieja iglesia en la cual tanta gente cuchicheaba alegremente en torno de mi pena, la transformación de la casa D'Orsel adornada de flores para aquella fiesta extraordinaria, los trajes femeniles de inusitado lujo, un exceso de luz y de olores que me causaban vértigo, ciertas sensaciones dolorosas cuyo sentimiento perduró por mucho tiempo como huella de incurables pinchazos, en una palabra, los recuerdos incoherentes de un mal sueño, es lo único que me queda hoy de aquella jornada, una de las más ciertas desventuras de mi vida.

»Micaela S..., buena muchacha, fraternal como un diablo, camarada con exceso; tenía una conversación que indicaba demasiado que era, realmente, una hija de la Naturaleza... »No podía decir tres palabras sin añadir una patochada y soltar una desvergüenza digna de un carretero.

La carencia de proporciones indicaba que aquel hogar se había formado de improviso y por amontonamiento, no con la minuciosa yuxtaposición del verdadero hogar doméstico, labrado poco a poco por la paciencia y el cariño de una o dos generaciones. Allí se veían piezas donde el exceso de muebles apenas permitía el paso, y otras donde la desnudez casi rayaba en pobreza.