United States or New Zealand ? Vote for the TOP Country of the Week !


El tío Manolillo, á la luz de aquel relámpago, había visto hasta el fondo tenebroso del alma del padre Aliaga. Importábale mucho al bufón poseer un secreto del padre Aliaga, y un secreto importante. Le importaba por Dorotea. Debemos tener en cuenta que la Dorotea era para el bufón lo que la reina para el padre Aliaga: el alma entera.

Yo, que había hecho confesar á la Dorotea quién era la dama que la causaba celos, asegurándola que si no me contaba todas las circunstancias, sin dejar una, de su asunto, podría suceder que no fuese eficaz el bebedizo, me dijo en substancia lo siguiente : Una noche don Rodrigo fué muy tarde á verme: al quitarse la ropilla, se le cayó de un bolsillo interior una cartera, que don Rodrigo recogió precipitadamente.

Clara despertó toda soñolienta, y de la primera vez no entendió lo que Dorotea le decía; y, volviéndoselo a preguntar, ella se lo volvió a decir, por lo cual estuvo atenta Clara.

Quiéralo Dios dijo suspirando la Dorotea, y oprimiendo dulcemente las manos de Juan Montiño. Pues mirad repuso el joven , yo pensaba en otra cosa. ¿En qué? En que antes de salir de vuestra casa... De nuestra casa, caballero... Bien; pensaba en que antes de salir de casa nos hablamos de .

Entonces yo le amaría también, porque haría feliz á mi Dorotea, y amaría á Quevedo que los había puesto en el caso de amarse, y procuraría que, como don Juan te ha robado el corazón de Dorotea, te robase el corazón del rey. ¡Pero ya se ve! don Juan había visto antes que á Dorotea á doña Clara: habían andado de aventura por esas calles de Dios... y doña Clara es tan hermosa... no es más hermosa que Dorotea, no; pero no es cómica, ni tu querida, ni lo ha sido de nadie: doña Clara... yo he visto á todos, altos y bajos, mirarla con codicia... y el mismo rey...

En efecto, Dorotea se las dio, y le prometió de hacerle gran señor en su reino, cuando el cielo le hiciese tanto bien que se lo dejase cobrar y gozar. Agradecióselo Sancho con tales palabras que renovó la risa en todos.

Porque á pesar de que la Dorotea le había fascinado, y empeñádole como una dificultad, la Dorotea sólo llenaba el deseo del joven, mientras doña Clara interesaba sus sentidos, su razón, su corazón, su vida; en una palabra, su cuerpo y su alma. Don Juan sufría de una manera intensa; se encontraba entre dos mujeres: á la una le arrastraba todo, á la otra su deseo y su caridad.

¡Ese hombre que dice el tío Manolillo, sois vos! dijo la Dorotea, pálida, sombría, señalando con un dedo inflexible la frente del religioso. Yo... ¡Dios mío! ¡yo, que amo á su majestad!

No puedo olvidarme... por ella misma... por vos. No os entiendo. No debéis venir á mi casa, os lo repito. ¡Ah! ¡vos os vengáis! Justo sería; pero no me vengo, no me puedo vengar. Me domináis, no me pertenezco, porque os pertenezco entera, porque soy lo que vos queréis que sea. ¡Dorotea! ¿conque pretendíais engañarme?

Gracias, caballero, gracias le dijo ; os estoy tan agradecida, que no sabré cómo demostraros... No hay por qué, señora contestó brevemente Montiño. Vivo en la calle Mayor. Muchas gracias. Número sesenta... Gracias, señora. Me encontraréis allí todo el día... En aquel momento la Dorotea salía de la escena, y oyó las últimas palabras de la Mari Díaz.