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¡Ah! ¡ah! dijo el rey ; no lo creyera si no lo viera; y es letra y firma del duque de Uceda, con sus renglones torcidos... el hijo contra el padre... ya sabía yo que no andaban muy acordes entrambos duques... ¡pero que llegasen á tanto!... ¡Ah! ¡ah! Sigue, sigue dijo con impaciencia la reina.

Pues hija, yo no tengo la culpa... Te acordarás que estuvo con el medio duro en la mano, ofreciéndolo y retirándolo, hasta que al fin su avaricia pudo más que la ambición, y dijo: «Para lo que yo me he de sacar, más vale que emplee mi escudito en anises...». ¡Toma anises! ¡Pobrecillo!... ponlo en la lista. Don Baldomero miró a su esposa con cierta severidad.

Si lo estuviese, es bien seguro que no la seguiría como un pirata callejero ... sobre todo en las circunstancias en que ahora me encuentro.... Raimundo se puso serio al llegar aquí e hizo una pausa. Luego dijo precipitadamente, con voz alterada por la emoción: Señora, mi madre se ha muerto hace poco tiempo ... y usted se parece muchísimo a mi madre.

Respecto á y á Perla, ¡sea lo que Dios ordene! dijo el ministro, y Dios es misericordioso. Déjame hacer ahora lo que

Me ha dejado aturdido el grito del guarda dijo Lorenzo, por romper el silencio que siguió a la discusión que provocó Ricardo. ¡Realmente! ¡Qué pulmones! repuso Melchor, agregando: ¡Cómo se conoce que ese hombre vive viajando! ¿Y quién te dice que no vive en Buenos Aires? replicó Ricardo. ¡Sus pulmones, el timbre de su voz y el color de su cara!

Cada hombre es el centro de un círculo infinito, como dijo Pascual. ¿Qué Pascual? preguntó el sastre. Como no sea Pascal sugirió el periodista.

Elena no se movió ni dijo nada. No sabe más que llorar. A las dos. No llegará al día. La marca del dedo fatal se ha impreso en sus facciones, siniestramente modeladas. La vida se apaga. Ya no es permitida la duda. Me he aproximado a Elena y me la he llevado a cierta distancia. Elena, está muy malo. No comprendió al pronto y me preguntó si se había perdido toda la esperanza.

Un día, en que estaba más cariñosa que de costumbre, teniéndole sentado a sus pies y acariciándole los cabellos con sus hermosos, delicados dedos cargados de sortijas, le dijo con acento meloso: sigues con tus celos de Escosura. ¿verdad, Mundo?... Pues haces muy mal.... No me gusta poco ni mucho ese hombre.... : eso me has dicho muchas veces ... pero....

Su familia se encargaría de levantarle una capillita al borde del camino y de ponerle cirios todas las noches. Un simple incidente; algo que se ve todos los días. Pero la policía entrometida no quiso aceptar el suceso con la misma calma que la gente, y prendió á Morales. Una venganza política dijo éste al entrar en la cárcel . Bien se ve que mandan los usurpadores. ¡Como soy colorado!...

18 Porque así dijo el SE