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5 Julián y Basilisa, de D. Antonio Huerta, D. Pedro Rosete y D. Jerónimo Cáncer. 6 Los tres afectos de amor, piedad, desmayo y valor, de D. Pedro Calderón. 7 El Josef de las mujeres, de D. Pedro Calderón. 8 Cegar para ver mejor, de D. Ambrosio de Arce. 9 Los bandos de Vizcaya, de D. Pedro Rosete. 10 El amante más cruel y la amistad ya difunta, de D. Gonzalo de Ulloa y Sandoval.

Cuando por casualidad estaba menos ebrio y la mujer del manto y su niño tardaban en presentarse, el gaucho experimentaba cierta decepción. Una noche, con gran sorpresa suya, no vió á la difunta y á su pequeño. Permaneció despierto en su cama hasta el amanecer, aguardando en vano la terrible visita.

El Señor se lo aumente, y a la señora difunta téngala en su santo descanso... por jamás amén».

Simón aguantó esta acometida al pecho, con la imperturbabilidad de un soldado ruso; y como si el golpe nada tuviera que ver con él, dijo a su señora compungiendo bastante la voz: ¡Cuántas veces previne al difunto señor marqués y a la también ya difunta señora marquesa, que cierto sistema de gastos llevaba los caudales a las manos de los usureros, y que caer en estas manos era punto menos que caer en una lumbre!... Después, quisiera yo que recordara la señora lo que costó la irremediable desgracia de su igualmente finado esposo: allí quedó mucho entre los escombros, y casi otro tanto en poder de la justicia, que no deja de ser fuerte de manos para agarrarse al dinero.

Desde la sala donde estaba la niña difunta, las piadosas mujeres que le hacían compañía oyeron espantosa algazara, que al través del pavimento del piso superior llegaba hasta ellas, conturbándolas en su pena y devoto recogimiento.

Usted ha estudiado Derecho y es, justamente, el hombre que necesito... Observe usted que no me opondré en modo alguno a ciertos legados, ya a un hospital, ya a alguna obra piadosa... hasta a la Iglesia. Quiero respetar la voluntad de la difunta en todo lo que sea razonable, pero no consiento expoliación real o disfrazada, ni astutas intrigas... ¿Comprende usted? Perfectamente.

El P. Jacinto, acostumbrado al espectáculo de la muerte y familiarizado con ella, cerró piadosamente los ojos y la boca de la difunta, que se habían quedado abiertos; puso sus manos en cruz, y la extendió en el lecho.

Doña Luz dio muestras de verdadero dolor y de emoción profunda. Después dijo D. Gregorio, tomando ya la entonación fría del hombre de negocios: Señora Marquesa, yo soy albacea de la difunta y fideicomisario con expreso fideicomiso en favor de usted. Todo está ya en regla, porque yo no me duermo.

Mientras el viudo visita el sepulcro de su difunta consorte, se presenta á sus hijas un Príncipe disfrazado, que se llama Rosbel: se hace pasar por tocador de gaita gallega, rogándoles que intercedan con su padre para que lo tome á su servicio. El viudo vuelve en seguida y sujeta al forastero á un examen rigoroso por infundirle algunas sospechas; pero al fin lo recibe por su criado.

La difunta desapareció con su niño, como si la hubiesen tranquilizado estas promesas. Huía tal vez igualmente de los gritos y blasfemias de los otros obreros, que habían sido despertados por Rosalindo al hablar en voz alta. Estaban irritados contra el salteño porque todas las noches mostraba predilección en su borrachera por conversar con una mujer invisible.