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No tenía esos aburrimientos negros de los hombres gastados: no se le ocurría jamás una frase irónica, incisiva, de las que aun entre enamorados suelen usarse. Sus alegrías eran bulliciosas y pueriles hasta rayar en ridículas. Divertíase en correr por las habitaciones del pequeño entresuelo detrás de Clementina, o en esconderse de ella y asustarla.

Cuando el pensamiento se enderezaba al día en que, escondido detrás de las cortinas, la vio cruzar impasible y sonriente por delante de su casa sin dirigir siquiera una mirada a los balcones, se llenaba su corazón de amargura no exenta de rencor.

Martín se golpea las rodillas con los puños y dice que acaba de asistir a una escena cómica capaz de hacer morir de risa. Después se levanta bruscamente, y se va a disfrutar de su dicha en la soledad. Por la tarde, los dos hermanos se dirigen juntos al molino. Gertrudis los sigue con los ojos, desde la ventana; Juan se vuelve, ella sonríe y oculta su cabeza detrás de la cortina.

Encontramos en este punto algunos indios ocupados en la pesca, y que se determinaron á seguirnos: bien pronto aconsejándonos hacer alto, nos mostraron detras de unas zarzales de la ribera izquierda un sendero que no hubiéramos podido descubrir desde el rio.

Nada menos se le ocurrió que don Rosendo se había percatado de la instabilidad de sus sentimientos amorosos, y le iba a pedir de ello estrecha cuenta. Fuese, pues, detrás de él cabizbajo y receloso, y penetró en el escritorio.

El Marqués y Galarza llevaron a Peña y don Rudesindo adentro también, mientras Gonzalo daba una vuelta por la huerta. La posesión de Soldevilla se componía de un caserón medio arruinado con pocos y antiquísimos muebles cubiertos de polvo, una huerta bastante grande, más cuidada que la casa, y detrás de la huerta una vasta pomarada ya vieja.

La verja quedó abierta, y ya no volvió á cerrarse nunca. Terminaba el derecho de propiedad. Se detuvo ante la entrada un automóvil enorme cubierto de polvo y lleno de hombres. Detrás sonaron las bocinas de otros vehículos, que se avisaban al detenerse con seco tirón de frenos.

Le diré a usted; yo salí del gabinete haciendo como que me largaba a la cocina, y me planté detrás de la puerta, y por una rendija miré... Se quedó más blanca que el papel..., luego se sentó de espaldas; pero me pareció que yoraba, lo cual que no me lo explico. Vamos por partes: ¿te preguntó las señas del caballero de quien tomaste la carta?

¡Fuego! ¡por Santiago! ¡Fuego! Tirad sobre el caballo y sobre la pluma blanca, y sobre el mismo bandido gritaba el oficial al que se distinguía perfectamente, porque su tropa se había parapetado detrás de una rampa, y desde allí hacía un fuego nutrido y continuo sobre los contrabandistas.

Ángeles dorados tocaban el violín cerca de la bóveda, a la que trepaban los relieves platerescos de los órganos; detrás del coro, en lo alto de las naves laterales, las ventanas y rosetones dejaban pasar la luz deshaciéndola en rojo, azul, verde y amarillo.