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La vida activa la llamaba con voces enérgicas y profundas. No obstante, tampoco la inspiraban deseo de imitarlas otras compañeras suyas, a quienes veía esconder furtivamente en el corpiño la cartita, o asomarse al balcón prontas, ruborizadas y ansiosas.

Aparte del deber de cada uno de buscar su perfeccion, hay el deseo inato en el hombre de cultivar su inteligencia, deseo aquí más poderoso cuanto más reprimido; y el que da su oro y su vida al Estado, tiene derecho á exigirle que le la luz para ganar mejor su oro y conservar mejor su vida.

La ofensa que te hizo á lo manifiesta bien; de ella no debes acordarte para la venganza, pero para formar un juicio acertado. Sientes un secreto y vivo placer en contrariarle, en abatirle, en perderle; mas este sentimiento no te domina; solo te impulsa el deseo del bien; y en verdad que si no mediase otro motivo que el resentimiento, no pondrias ningun obstáculo á sus designios.

En suma: doña Luz, si no tenía esperanzas de casarse a su gusto, tampoco tenía o dejaba traslucir el menor deseo. Todo era en ella frialdad tranquila y contentamiento suave. En balde, el peor pensado de los hombres se atrevería a buscar en sus actos, en sus palabras, en sus ademanes y gesto, la más leve señal de que estuviese despechada. Doña Luz no lo estaba en realidad.

Algun lector tendrá deseo de preguntarme: y ¿qué te parece más risible, la costumbre de ese hijo del polo, ó el convite francés de la familia de Madrid? Creo que el convite de la familia de Madrid es una dilapidacion imbécil, una plétora de vanidad y de tontería.

La furia del exercito presente, Que olvidado de gloria y de trofeo Yace embebido en la lascivia ardiente: Esto solo pretendo, esto deseo Volver á nuevo trato á nuestra gente, Que enmendado primero el que es amigo, Sujetaré mas presto al enemigo. Mario? Sale GAYO MARIO. Señor?

En estas nuevas funciones pasó los ùltimos años de su residencia en Amèrica, hasta que en 1596 se resolvió á regresar á Europa. Al deseo de reunirse

En realidad, Godfrey sentía aquello con tanta mayor intensidad cuanto que su naturaleza indecisa, adversa a afrontar las dificultades por ser éstas francas y sinceras, tenía un cierto temor respetuoso por aquella dulce esposa que espiaba los deseos de su marido con el deseo ardiente de obedecerle. Le parecía que no le podría revelar jamás a Nancy la verdad concerniente a Eppie.

Si todos los empleados que enviaba España á América hubiesen sido como el autor de la presente Memoria, hubieran progresado las colonias, y talvez no hubiera sido tan general y vehemente el deseo de sustraerse de la dominacion de la metrópoli.

Veía al héroe, al paladín, levantarse lentamente del sofá, con sus ojos de árabe fijos en ella; sentía sus pasos cautelosos; percibía sus manos al posarse sobre sus hombros; luego, un beso de fuego en la nuca, una marca de pasión que la sellaba para siempre, haciéndola su sierva... Pero terminó la romanza sin que nada ocurriese, sin que sintiera en su dorso otra impresión que sus propios estremecimientos de miedoso deseo.