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Otra actriz muy célebre fué Angela Dido, cuyo sobrenombre recibió á causa de la habilidad extraordinaria con que representaba el papel de Dido, reina de Cartago, en la tragedia del mismo nombre, de Guillén de Castro. Nos concretaremos ahora á indicar sólo los nombres de los más célebres cómicos y cómicas del tiempo de Lope de Vega.

Y que la noche que le diga al volver: Mamá, he ganado el corazón de una preciosa persona, cuyo mayor defecto es poseer un capital de unos veinte millones y una renta de dos o tres millones... Se exagera siempre que se habla de centenares de millones: para yo sabré las verdaderas cifras, y eso me basta... Esa noche, mamá se quedará encantada, porque en resumidas cuentas, ¿qué desea ella para ?

Había visitado la pequeña ciudad de provincia en cuyo colegio había pasado su adolescencia, y después había ido a Brianza, el país de las rosas, donde había transcurrido parte de su juventud, donde estaban sepultados los suyos.

El decenio de 1580 á 1590, en cuyo principio comenzó á aumentarse la importancia del teatro de Madrid, al contrario de lo que sucedía á los de Valencia y Sevilla, no concluyó sin haberlo mejorado bastante.

Después, la divinización de la virgen echó por tierra todas las ideas admitidas y fue posible a la mujer vivir honrada y casta al lado del matrimonio. Bajo la influencia del cristianismo se llegó a comprender que el término «solteronacuyo equivalente existía ciertamente en la lengua del tiempo, no era en mismo nada deshonroso.

Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño.

Como en los primeros meses ignoraba el francés, detenía en la calle á los clérigos para hablarles en latín. Había malvivido siendo maestro de guitarra y dando conferencias en un Instituto Políglota, cuyo público no concedía la menor atención al tema, buscando únicamente acostumbrar su oído á la pronunciación española. ¡Siete francos y medio por hablar hora y media!

Señor Roque, del baile.... Y al acostarse, al dejar en una percha una prenda de abrigo interior, de franela, murmuró a media voz don Álvaro, como hablando con el lecho, a cuyo embozo echaba mano: ¡Lástima que la campaña me coja un poco viejo!...

Asi, con esta seguridad nada menos, y por ante escribano, en público documento, comprometíase la «física y cirujana,» á curar al desdichado Pedro de Ortuño, cuyo cuerpo, bien podría compararse con la famosa caja de Pandora, según los males que le aquejaban.

Es posible y probable que en un principio esta voz representada por el radical malayo ratus, careciera de r, en cuyo caso no vendría de rau, que acabamos de decir, sino de atus ó atos.