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Todavía de , que era una coqueta... que soy una coqueta... Óyeme: no te fastidies, nada te cuesta decir que todos esos muchachos tenían la cita conmigo. Puedes estar segura que yo no cargaré con la culpa. ¡Ah! pero misma, concluyó Adriana acariciándola, has acabado por convencerte de que fue una cita, y una cita con varios.

Á orillas del Garona veremos después el villorrio de Bazán, donde me detuve tres días á mi regreso de la última campaña; y la culpa fué de las hijas del talabartero del lugar, tres pimpollos á cual más rozagante y á las cuales palabra de casamiento. ¿Á las tres? El diablo enredó las cosas de manera que no hubo medio de dejar una ó dos buscando novio.

Y si se le convierte en ponzoña la triaca, culpa será suya y no del médico, porque la malicia no estará entonces en el que escribe, sino en la propia voluntad del que lee; que, como dijo un poeta antiguo: Del más hermoso clavel, pompa del jardín ameno, el áspid saca veneno, la oficiosa abeja, miel.

¡Quién sabe, señor!... Mire que en el pueblo es el mismo aire y puede que alguien no tenga ganas... ¡de comer! No habría de ser por culpa mía. No digo tanto, don Lorenzo... es un decir, no más... ¿no le parece, don Ricardo?... ¿De qué hablaban?... ¡Cuerpeador, el señor!... No, Baldomero; es que estoy ocupado con esta costilla y no atendía... por sacarle... ¿Quieres más asado?...

Sólo hay una que no puedo descubrir; que se alza noche y día ante mis ojos como un espectro, como una sombra espantosa, y cuando quiero asirla se me escapa, y esa cosa es: «¿Por qué ha muerto OlgaEl anciano se estremeció. Recordaba la carta y la promesa que la muerta había exigido de él. Roberto continuó: Una voz me grita sin cesar en los oídos: «¡Tuya es la culpa!» ¿Cómo?

Escabullóse, sin esperar respuesta, y desapareció. La culpa me la tengo yo masculló Rocchio volviendo a su sitio, yo, que me acuesto con estos mequetrefes sin responsabilidad. ¡Sacramento!

Yo me tapé las narices, y me salí esternudando, y el viejo quedó olfatiando como chico con lumbrices. 321 Cuando la mula recula, señal que quiere cociar, ansí se suele portar aunque ella lo disimula; recula como la mula la mujer, para olvidar. 322 Alcé mis ponchos y mis prendas y me largué a padecer por culpa de una mujer que quiso engañar a dos; al rancho le dije adiós, para nunca más volver.

¿La conciencia? contestó Varmen. «Culpa no tiene quien hace lo que debe.» «Obrar bien... ¡Que Dios es Dioscontestó Varmen, con la calma propia en el momento de las grandes crisis. ¡Varmen! por última vez... ¿me desechas? , contestó Varmen con la palidez del pavor en el rostro, y la firmeza del buen propósito en el acento.

En el tribunal y audiencia de cuentas, ó sea contaduría mayor, si con el aumento de manos que ha recibido desde mi ausencia no ha puesto al corriente sus negocios, no para cuando se conseguirá esto; bien que no es la culpa de los empleados, sino de los deudores de la hacienda, dedicados á entorpecer y dilatar el pago de lo que adeudan por cuantos medios están á su alcance: asi es que hay una regular existencia de espedientes de juicios de cuentas que cuentan muchos años de actuarse, aunque por trámites desusados, desconocidos, y por lo tanto ilegales, como que se encaminan únicamente á demorar el pago de lo que deben, con perjuicio y daño del erario, como deberá saber el Gobierno por las relaciones que el contador mayor remitirá anualmente del estado de los juicios de cuentas, con espresion de lo que se debia, lo que se ha cobrado, y lo que aun se resta á deber, con relacion de las dilijencias para todo practicadas.

¡Eso es otra cosa! replicó con fresquísima naturalidad la duquesa . Pero la enormidad que le atribuyes sería peor que una culpa; sería una pifia...¡Camarera mayor de la Cisterna!... ¡Qué ridiculez!... Mira que lo de buena tinta...