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A la entra de este rio con el de Jujuy, á la parte del poniente, observamos una barranca de tierra gredosa y colorada, de altura de 16 varas, y de longitud de media cuadra. En las márgenes de nuestro rio se hallan famosas cejas de montes de todas maderas: continúan sus playas, y la sonda de estas poco mas de media vara.

Me incliné de nuevo y besé el crucifijo de la madre. Lo mismo hice con el de la hermana María de la Luz, que por cierto volvió a ponerse colorada. En cuanto al de la hermana San Sulpicio, me abstuve de tocarlo. Sólo me incliné profundamente con semblante grave. Así aprendería a no reírse de los chapuzones de la gente.

Aquellas cestas iban a Vetusta a casa del Marqués y a veces a las de sus amigos. Una mañana vio Ana que Petra y Pepe llenaban de la más colorada fruta un canastillo de paja blanca y de colores. Ana se acercó a ayudarlos. De pronto dijo: ¿Para quién es esto? Para don Álvaro contestó Petra. , voy a llevárselo yo mismo a la fonda añadió Pepe sonriendo ya a la propina que veía en lontananza.

La Samaritana se puso colorada, porque le daba vergüenza de decir que hacía lo menos diez o doce años que no se había confesado. Por fin lo declaró. «Perfectamente dijo Nicolás, acercando su sillón al sofá en que la joven estaba . Le prevengo a usted que tengo mucha experiencia de esto. Hace cinco años que practico el confesonario, y que las cazo al vuelo.

Entonces la Dorotea, poniéndose muy colorada, me dijo : El hombre que yo quiero que no quiera á ninguna mujer más que á es don Rodrigo Calderón . Necesito saber cómo habéis conocido á don Rodrigo Calderón, la dije. ¿Necesario de todo punto? Ya lo creo; y si fuera posible hasta el día y la hora en que le vísteis por primera vez. ¿Y si no lo digo no me daréis el bebedizo?

Ella se pone colorada de vergüenza, y continúa: He visto en casa de mis amigas, en casa de la señora de Houssel y de la condesa Finkenstein, dormitorios espléndidos... es preciso que tengas uno igual. Yo pregunto: ¿Cómo es?

La acompañaba una hija bastante agraciada, más alta que ella y que debía tener lo menos quince años, a pesar de lo cual su madre la traía con faldas a media pierna porque no la hiciese vieja. La pobre niña sufría esta vergüenza con resignación, poniéndose colorada cuando alguno dirigía la vista a sus pantorrillas. Llegó el general Patiño, conde de Morillejo: no faltaba ningún sábado.

Maripepa se había puesto colorada, porque en el fondo no le parecía mal para marido aquel joven derrengado. Bartolo dejaba escapar gruñidos de disgusto. Cuanto venía de la boca de Regalado le parecía execrable. El coro reía. No por qué se enoja la tía Jeroma repuso el mayordomo. ¿Tiene algo que decir de la novia? ¿No es limpia? ¿no es honrada? ¿no tiene manos de oro para el trabajo?

Le ponen pantaloncitos cortos ceñidos a la rodilla, y blusa con cuello de marinero, de dril blanco como los pantalones, y medias de seda colorada, y zapatos bajos. Como lo quieren a él mucho, él quiere mucho a los demás.

Siempre traía el papá de Nené algún libro nuevo, y se lo dejaba ver cuando tenía figuras; y a ella le gustaban mucho unos libros que él traía, donde estaban pintadas las estrellas, que tiene cada una su nombre y su color: y allí decía el nombre de la estrella colorada, y el de la amarilla, y el de la azul, y que la luz tiene siete colores, y que las estrellas pasean por el cielo, lo mismo que las niñas por un jardín.